SIGUE SOÑANDO


Dice la leyenda que Polínexa, madre de Alejandro Magno, soñó que su hijo había sido engendrado por el mismísimo Zeus. El nacimiento coincidió con la victoria de su marido, Filipo de Macedonia, en la carrera hípica de los Juegos del 256 a.C. En honor a tal triunfo, Polínexa cambió su nombre por el de Olimpia. Su sueño se cumplió. Alejandro fue el Zeus del mundo conocido entonces. Un infatigable conquistador. El deporte es hoy lo más parecido a la guerra y sus figuras los nuevos mitos de nuestra era. Soñemos.

Legend say that Polínexa, mother of Alexander the Great, she dreamed that her son had been fathered by Zeus. The birth coincided with the victory of her husband, Philip of Macedonia, in the horse race of the Games of 256 BC. In honor of this victory, Polínexa changed her name to Olympia. Her dream was fulfilled. Alexander was the Zeus of the then known world. An indefatigable conqueror. The sport is now as war and his figures the new myths of our era. Let's dream.

olimpiaduerme@gmail.com

martes, 16 de octubre de 2007

AL OERTER, ETERNO



"Llegamos a creer que era inmortal. No nos equivocamos del todo" (Carlos Toro)

Octubre comenzó con una mala noticia, sin gran repercusión en los medios de comunicación. El estadounidense cuatro veces campeón olímpico de lanzamiento de disco Al Oerter (Astoria, 1936) falleció a los 71 años por un problema cardíaco. Oerter es el ejemplo perfecto del competidor nato, del deportista capaz de superarse en los momentos más complicados e importantes. Un auténtico mito que, por dedicarse a una especialidad menos atractiva aunque de gran tradición atlética, no obtuvo el reconocimiento que en mi opinión merece.

Cuatro olimpiadas seguidas, cuatro Oros. Y en difíciles condiciones. Al se presentó en Melbourne 56 como sustituto en el equipo estadounidense del lesionado Ron Drummond. Subestimado por sus rivales, a sus 20 añitos, dejó a todo el mundo perplejo batiendo el récord del mundo (56,36 metros). A Roma 60 llegó arrastrando las secuelas de un accidente de tráfico. Se esperaba un duelo entre el polaco Piatkowski y el también estadounidense Babka, pero Oerter volvió a demostrar su caracter y condiciones únicos (59,18 metros, récord olímpico).

Especialmente recordado fue su participación en Tokio 64. El checo Ludvik Danek, poseedor del récord del mundo, era el nuevo favorito de los medios de comunicación y a él se le terminaba el ciclo, de nuevo lesionado y obligado a portar un collarín para su maltrecha espalda. Las crónicas se adentran en la épica. En su último intento, contra las cuerdas, Al sacó el collarín y lanzó el disco con toda su alma. Nueva marca olímpica (61,00) y los pronósticos, a la papelera. En los siempre recordados Juegos de México 68 -black power, salto de Beamon, el salto de altura de Dick Fosbury...- completó una extraordinaria hazaña ante su compatriota Jay Silvester (64,78). Un logro minimizado por los momentos anteriormente mencionados.

Y lo que pudo ser. Ocho años después de retirarse en 1972, se propuso competir en los Juegos de Moscú 80. En las pruebas de selección de su país, ante el asombro general, mandó el disco a 69,46 metros, registro que le hubiese sobrado para ganar esa prueba y varias posteriores. El boicot decretado por Carter frustró este momento único (¡política y deporte, otra vez!). Nos quedamos con ese recuerdo, y el de unas imágenes que sirvan como homenaje a uno de los grandes héroes de nuestro tiempo. Al Oerter. Descanse en paz.