SIGUE SOÑANDO


Dice la leyenda que Polínexa, madre de Alejandro Magno, soñó que su hijo había sido engendrado por el mismísimo Zeus. El nacimiento coincidió con la victoria de su marido, Filipo de Macedonia, en la carrera hípica de los Juegos del 256 a.C. En honor a tal triunfo, Polínexa cambió su nombre por el de Olimpia. Su sueño se cumplió. Alejandro fue el Zeus del mundo conocido entonces. Un infatigable conquistador. El deporte es hoy lo más parecido a la guerra y sus figuras los nuevos mitos de nuestra era. Soñemos.

Legend say that Polínexa, mother of Alexander the Great, she dreamed that her son had been fathered by Zeus. The birth coincided with the victory of her husband, Philip of Macedonia, in the horse race of the Games of 256 BC. In honor of this victory, Polínexa changed her name to Olympia. Her dream was fulfilled. Alexander was the Zeus of the then known world. An indefatigable conqueror. The sport is now as war and his figures the new myths of our era. Let's dream.

olimpiaduerme@gmail.com

martes, 27 de noviembre de 2007

300 Y MUCHOS MÁS (II)





Todo estaba preparado en las Termópilas para el enfrentamiento entre los aproximadamente 7.000 griegos y los 200.000 persas del temible ejército de Jerjes, muy confiado e incauto al desoir las indicaciones de algunos de sus hombres de confianza, como Demárato (no tan botarates o monstruosos como se refleja en la película de Snyder).

Antes de la orgía de sangre que se avecinaba, es conocido que un enviado de Jerjes se acerca a la primera línea de defensa griega con la intención de hacerles deponer las armas. El persa les advierte de la aplastante superioridad numérica de su ejército. Dice que cuando los miles de arqueros lanzan sus flechas el sol quedaba cubierto sobre el enemigo y el día se transformaba en la noche. El espartano Dienekes responde con una de las frases (auténticas o no) más famosas de la Historia: "Tanto mejor, así podremos luchar a la sombra". Para lo espartanos, por cierto, como a otros famosos guerreros como los Samuráis japoneses, la lucha cuerpo a cuerpo era la única honorable. Los arqueros y artilleros gozaban de su más íntimo desprecio. Lo que no consta es el salto, mitad canguro mitad felino, que en la película realiza el espartano para seccionar el brazo del bárbaro. Una de las numerosas e improcedentes fantasmadas del director.

Las posturas de cada bando estaban claras. Los griegos se atrincheran en el paso, dejando a los valientes espartanos en la punta de lanza. Los persas llegan, toman posiciones y se disponen a atacar. ¿Otra respuesta para la Historia? Un enviado persa grita, por última vez: "¡Griegos, deponed vuestras armas!" Y el propio Leónidas responde: "¡Venid a por ellas!" o "¡Venid y conseguidlo!", si atendemos a la traducción literal de Heródoto, "Molon labé!". No hay vuelta atrás.



El primer ataque persa, al menos los primeros 15 minutos, son lo mejor y más fiable del cómic cinematográfico de Snyder. Los espartanos forman una perfecta falange, una tortuga blindada que resiste el empuje del enemigo y avanza lenta, pero inexorablemente. Cada soldado u hoplita griego protege con su escudo -más grande y pesado que el de la película- el costado izquierdo de un compañero. Soportan con el metal el choque brutal de las primeras líneas de ataque persa, con los más veteranos y aguerridos en los primeros puestos. Acto seguido, clavan sus lanzas contra la primera oleada de desdichados y ganan unos metros. Los guerreros de Leónidas utilizaban un tipo de lanza larga llamada Dory, que les permitía alcanzar al enemigo a mucha distancia. La agresividad natural y el desprecio por la muerte de los espartanos hacía el resto. Un espíritu contagioso en el resto de tribus, que también luchaban aunque apenas se aprecie en la película. (¡Y eran estupendos guerreros! No olvidemos que casi un siglo después, en el 371 a.C, la falange tebana dirigida por el inteligente Epaminondas derrotará a la clásica falange espartana en un enfrentamiento directo en Leuctra).

Los persas enviados por Jerjes durante el primer día cayeron uno tras otro. Los griegos sufrieron muy pocas bajas y no perdieron ni un palmo de terreno. El persa entra en cólera y, sin estudiar la táctica de los atrincherados, recurre a sus 10.000 o Los Inmortales, así llamados porque cuando uno de sus soldados caía, inmediatamente era reemplazado por otro. (En "300" los vemos caracterizados como Tuaregs, con dos alfanjes dorados entrelazados sobre la espalda. En fin, después de disfrazar a los Espartanos como modelos de fitness, ¡depilados! con las melenas más cuidadas que el propio Guti y el cutis más terso que un bebé, poco se puede añadir. El exceso de estética también se aprecia en la mujer de Leónidas, recién salida de la peluquería con un estilismo dos mil quinientos años adelantado a su tiempo).

Los 10.000 o Los Inmortales, dirigidos por Hidarnes, eran la guardia de elite que atacaba de forma frontal, respaldada en los flancos por sus arqueros. No se conoce que lo hiciesen con rinocerontes salvajes ni con gigantes deformes (otra licencia del director más propia para El Señor de los Anillos). Tampoco que los espartanos rompiesen su formación -tan disciplinados y cuadriculados como eran- para salir a campo abierto, a cortar brazos y piernas contra enemigos que se dejan matar -lo más desagradable e impropio de la película (¿piensa el director que seccionar un fémur es así de sencillo?)-. Precisamente, la fortaleza de una falange es su unión. Es el peaje que hay que pagar para que esta historia sea llevada al cine. En todo caso, el resultado fue el mismo. Los persas se estrellaban en un embudo contra unos griegos cada vez más confiados y Jerjes no encontraba la solución contra los testarudos helenos.



(En mitad de la batalla, la película "300" nos vuelve a cabrear con otra escena lamentable. Jerjes pide audiencia con Leónidas. El rey acude solo y el caudillo en una estructura faraónica. Jerjes se baja e intenta comprar la victoria a Leónidas, con voz de Bibí Andersen, dos metros de estatura y atrezo de drag. Incluso lo abraza por detrás, como si fuese a sodomizarlo. Un diálogo de besugos impropio de la época. Leónidas se mantiene firme y no cede. No es la única escenita que sobraba. En Esparta, su esposa la reina Gorgo pide la voz ante el Consejo de Ancianos para reclamar ayuda. Cual Hillary Clinton, en el Senado pronuncia un discurso con el típico toque estadounidense, aludiendo a la libertad y la democracia. Un momento de ciencia-ficción, un remiendo de lo políticamente correcto, la cuota femenina que destroza una película dirigida hasta el momento con mayor o menor fortuna. ¡Madre mía! Y para aumentar este dislate, descubre en público el soborno sobre el malvado Theron, quien pierde unas monedas persas cuando es acuchillado por ella. Reconozco que es difícil permanecer en el asiento después de presenciar esta estupidez. Sólo encuentro explicación si en este guión participó alguno de los hijos del responsable).

Durante el tercer día la situación se mantiene. Los griegos mantienen su posición y los persas se estrellan de nuevo. Pero tan sorprendente es el tropezón bárbaro como el desenlace de la batalla. Un pastor llamado Efialtes (aquí retratado como un monstruo jorobado, en venganza por ser descartado para la batalla por el propio Leónidas) traiciona a su pueblo y enseña al ejército de Jerjes un paso alternativo, que le permite rodear la posición griega y atacarles por la retaguardia. El paso estaba defendido por los Focios, quienes tenían muy poco de Espartanos y escaparon al momento.



Apercibidos de la nueva situación, los mandos griegos entienden absurdo dejarse caer entre dos fuegos y deciden retirarse. Pero esta acción no cabe en la mente de un Espartano. Leónidas decide permanecer y luchar, más bien suicidarse, hasta el final. Decisión quizá influida por los Oráculos, que auguraban la destrucción de su tierra, quizá por una cuestión de honor. "Tomad un buen desayuno, puesto que hoy cenaremos en el Hades", escribe Heródoto sobre las instrucciones que indica a sus súbditos, siendo el Hades algo así como el infierno. (He aquí otra de las aberraciones históricas de "300", porque los Espartanos no se quedan solos. Aproximadamente unos 400 tebanos y unos 700 tespios acompañarán a Leónidas y su guardia personal hasta la muerte y, también, la Gloria. Una Gloria que el director de este pastiche no les concede, quizá obnuvilado con la filosofía militar Espartana. Por lo menos, que quede claro. No fueron sólo 300 espartanos; sino unos 1.400 soldados, todos griegos, quienes decidieron defender hasta el último palmo de su civilización. ¡El título es de los más incorrectos en la historia del cine!).

En el próximo capítulo lucharemos hasta la muerte junto a Leónidas.