SIGUE SOÑANDO


Dice la leyenda que Polínexa, madre de Alejandro Magno, soñó que su hijo había sido engendrado por el mismísimo Zeus. El nacimiento coincidió con la victoria de su marido, Filipo de Macedonia, en la carrera hípica de los Juegos del 256 a.C. En honor a tal triunfo, Polínexa cambió su nombre por el de Olimpia. Su sueño se cumplió. Alejandro fue el Zeus del mundo conocido entonces. Un infatigable conquistador. El deporte es hoy lo más parecido a la guerra y sus figuras los nuevos mitos de nuestra era. Soñemos.

Legend say that Polínexa, mother of Alexander the Great, she dreamed that her son had been fathered by Zeus. The birth coincided with the victory of her husband, Philip of Macedonia, in the horse race of the Games of 256 BC. In honor of this victory, Polínexa changed her name to Olympia. Her dream was fulfilled. Alexander was the Zeus of the then known world. An indefatigable conqueror. The sport is now as war and his figures the new myths of our era. Let's dream.

olimpiaduerme@gmail.com

viernes, 30 de noviembre de 2007

VANDALIA CEIBE (I): Graffitis

"Lo que la escuela enseña en primer lugar es, a permanecer sentado"
Kant



En 1971 un desconocido cubrió algunas paredes de Nueva York con unos dibujos que firmó como TAKI 183. El New York Times descubrió que se trataba de Demetrius, un adolescente de 17 años, al que convirtió en un héroe contracultural con un reportaje a dos columnas en sus páginas dominicales. Fue la señal para que una oleada mimética de graffitis inundara las paredes neoyorkinas. Demetrius tenía un curioso precursor. En los primeros años del siglo XIX, lo cuenta Magris en “El Danubio”, Kyselak un ayudante del registro de la Cámara de la Corte de Viena y fervoroso caminante, poseído por una ambición de eternidad que lo dominaba, llenó los muros rocosos de los viñedos del Danubio con su propia firma que en letras de buen tamaño trazaba con pinturas al óleo. Kyselak, escribe Magris, quizás como Demetrius, estaba obsesionado por confirmar continuamente su propia identidad.

Treinta años después de los garabatos de Demetrius, más de un siglo después de los de Kyselak, la epidemia es mundial .Pocos días después de ser rehabilitada, la oficina de Turismo del Ayuntamiento de Orense en el puente romano estaba cubierta de graffitis que llenaban sus paredes blancas.Repintada semanas mas tarde, vuelve a mostrar en sus paredes la firmas garabatos de varios grafiteros. Poco más allá, el nuevo muro del Pabellón de los Deportes o el luminoso puente del Milenio, apenas resisitieron unos pocos días la embestida de los sprays uniendose así a las otras paredes ya repletas de idénticos garabatos e interjecciones del recinto deportivo, señal identitaria y territorial del paso vandálico de adolescentes tribales. Idéntico destino ha sufrido la milenaria catedral o el hasta hace poco impecable y renovado muro del Parque Infantil asaltado desde hace meses por la llegada del spray, y lo mismo ocurrirá con los tentadores muros de las inhóspitas nuevas plazas de las Mercedes y del antiguo asilo pensadas para el spray y el botellón por urbanistas hostiles al género humano. Apenas quedan en Orense como en Vigo o Pontevedra o en cualquier ciudad gallega o española, algunas fachadas de casas, de persianas,de comercios, de muros, de parques, puentes o edificios públicos que no muestren algun trazo serpeante de pintura. No es dificil comprobar la extensión del fenómeno; basta con intentar encontrar en las calles del centro de cualquiera de nuestras ciudades, algun espacio en las paredes de las casas o los comercios no alcanzado por el spray. Será dificil recorrer más de 10 metros limpios. Recorrer el casco histórico de Pontevedra convoca sentimientos de perplejidad, irritación e incomprensión entre otras emociones menos presentables. El ayuntamiento de Santiago que consiguió detener a unos grafiteros que sobre las paredes de las piedras centenarias de su casco histórico escribían sus consignas, algunas en inglés para turistas no advertidos, afirmaban que se les juzgaba por motivos políticos y se vulneraba su libertad de expresión. ). ¿ Como es posible tanta perversión del pensamiento ?.




No hace mucho me crucé en la calle con un insólito camión que lucía en sus laterales el nombre del Ayuntamiento de Orense y la función a la que al parecer fue destinado: Limpieza de Pintadas. Desconozco si cumple su tarea pero el paseo inferior que acompaña al Miño por su orilla izquierda no dispone ya de ningún espacio para acoger la mezcla de letras gigantes de comics que algunos consideran arte. Tal vez sea asi y no faltan defensores entusiastas que consideran esta actividad una forma de arte o de expresión juvenil, un signo de revuelta de la población de los barrios periféricos contra la pobreza de la arquitectura moderna, (Norman Mailer dixit), y les dedican libros o les abren los museos, nada insólito por otra parte en un tiempo en que un artista ya fallecido como Manzzoni puede vender enlatada su propia mierda de artista a precios asombrosos.

Hay al menos tres aspectos que deben ser tenidos en cuenta en estas consideraciones intempestivas. Uno: Pintar sobre paredes de edificios públicos, de casas, de monumentos, de colegios, es una actividad ilegal que daña las propiedades privadas o colectivas y no debe ser permitida ni tolerada. Dos: Un par de zapatos de diseño pueden tener un valor estético innegable pero solo cuando están expuestos en un escaparate o se contemplan en los pies de su propietario. Situados encima de la mesa donde vamos a comer dejan de ser arte y se convierten en suciedad (salvo que uno tenga la visión del Conde de Lautremont que no es el caso[1]). Un graffiti puede en alguna rara ocasión tener algún valor artístico, pero es un gesto de barbarie si son las paredes de la catedral su soporte. Además: la mayoría de los grafittis, como en el caso de Kyselak, son simples firmas que identifican ante sus compañeros de spray al intrépido y tonto grafitero que ensució esa pared, ese muro o esa persiana.




El otro aspecto tiene mayor alcance. Hace años, dos sociólogos americanos propusieron una teoría para explicar la degradación y la violencia que afectaba a algunos barrios de las ciudades americanas: la Teoría de las Ventanas Rotas (Broken Window)[2] .Su fundamento es fácil de entender. Quien tenga el hábito o la obligación de hacer un mismo recorrido por carretera todos los días, habrá podido obervar como el viejo frigorífico abandonado un buen dia en una curva cualquiera del camino, tiene la capacidad magnética de hacer que la basura a su alrededor, se incremente progresivamente en las semanas siguientes hasta alcanzar las proporciones de lo que venimos llamado vertederos incontrolados. La Teoría de las Ventanas Rotas tiene una explicación para estas proliferaciónes fuera de control. Cuenta Malcolm Gladwell en un libro que deberían leer todas nuestras autoridades, The Tipping Point [3], que estos dos sociólogos partieron de una hipótesis que venía a decir que los delitos son el resultado del desorden. Si una ventana está rota y permanece sin arreglar, las personas que pasen por la calle llegarán a la conclusión de que la casa está abandonada, que nadie se ocupa de ella y que a nadie le importa el asunto. Pronto estarán rotas mas ventanas y el sentimiento de anarquía se extenderá del edificio a la calle con la consigna implícita del todo vale. Poco a poco, los demás edificios seguirán el mismo proceso hasta que todo el barrio se convierta en una especie de Bronx de los 70-80. Según estos sociólogos, en las ciudades existen problemas menores como los graffiti que equivalen a los cristales rotos, es decir, que invitan a cometer delitos mas graves y transmiten la sensación de que las autoridades son incapaces de controlar la situación. Es una teoría que considera que la difusión de los delitos sigue leyes semejantes a las de una epidemia de gripe.

La ventana trasera de mi casa se abre sobre un descampado donde es frecuente que se dejen abandonados coches al borde del camino que los cruza. Día a día es posible comprobar la verdad de esta teoría. Unos cinco o seis días despues del abandono los jóvenes ociosos de las viviendas cercanas le rompen una primera ventana; tres o cuatro dias después las demás; no pasan mas de otros pocos días para que a patadas, con piedras o lo que sea dejen el coche reducido a chatarra. Poco tiempo después el coche arde. Esto ha ocurrido al menos en tres ocasiones en el plazo de un año, tantas como hubo supuesto abandono de coches .Todas las paredes públicas o privadas, las señales de tráfico, los kioskos de prensa en un radio de 300 o 400 metros alrededor del grupo de viviendas donde viven estos jóvenes están absolutamente cubiertas de grafittis y nadie ha limpiado jamás uno solo de ellos. Lo mismo ocurre en muchas otros grupos de viviendas o urbanizaciones de no importa que lugar.




Las películas americanas de los 80 nos informaban de lo que era el metro de Nueva York de aquellos años. Vagones cubiertos de graffitis, los suelos llenos de basura, viajeros sin billete que alcanzaban cifras inimaginables cercanas a los 200.000 viajeros dia. No valía la pena detener a nadie, pensaban las autoridades, porque la sanción por viajar sin billete o por hacer un graffiti era ridícula y exigía perder una mañana entera de trámites. Cuando se decidió reformar el metro de Nueva York lo que hicieron los responsables fue no hacer caso a la en apariencia adecuada recomendación de centrarse en los delitos violentos y no prestar demasiada atención a las faltas menores. Los encargados de la tarea tenían otro punto de vista. Los graffiti pensaban, era el símbolo de la desastrosa situación y habia que ganar esa batalla antes de cualquier otra.. El personal de seguridad comenzó a detener a todo aquel que viajaba sin billete. Dotaron un autobús de fax, sistema de toma de huellas, telefónos etc de tal modo que todos los detenidos eran fichados de modo inmediato sin necesidad de desplazarse a la comisaría. En las detenciones aparecían además armas, sujetos buscados por la policía o drogas. Ningún vagón salía a la via con un graffiti. Si alguien lo pintaba se limpiaba antes de que volviese de nuevo a circular. Los resultados fueron espectaculares. El metro de Nueva York es hoy un lugar limpio y seguro aunque la batalla no está todavía ganada y deben ser limpiados 6.000 vagones de metro al año. Cuando el modelo se llevó a la ciudad la policía comenzó a detener a los que orinaban en la calle, a los vándalos que rompían el mobiliario, a los que tiraban botellas vacías, a los pobres que pedían limosna de modo agresivo que consideraban el equivalente de los graffitis del metro. Sin duda hubo otros factores y los autores de esta teoría los tienen en cuenta pero hay razones sobradas para pensar que esta tolerancia cero con los delitos menores fue en buena medida la responsable de que la ciudad de Nueva York sea hoy una de las ciudades mas segura de Estados Unidos, la tasa de asesinatos haya descendido dos tercios, y la de delitos graves se haya reducido a la mitad. Los asesinatos en Nueva York, 12 millones de habitantes en horario de día, bajaron de los 2,245 de 1990 a los 633 de 1998[4].

Lo que viene a decir esta teoría de las Ventanas Rotas o Tolerancia Cero es que como resulta familiar a los se mueven en los ámbitos de la Terapia Sistémica, pequeños cambios en apariencia banales engendran grandes cambios pero estos pequeños cambios en el caso que nos ocupa, exigen que se sancione a aquellos que incumplan las normas por insignificantes que puedan parecer, es decir, que no exista impunidad grafitera. Sancionar, disciplinar, responsabilizar a cada uno de sus actos, no parece figurar entre los hábitos de los actuales gobernantes que prefieren hablar de “educar” olvidando que asumir las consecuencias de las propias acciones es una de las mas importantes maneras de educar.




El Camarada Converso


[1] “El arte es el encuentro de un paraguas y una maquina de coser sobre una mesa de disección”.
[2] . En Internet puede leerse el artículo original de estos sociólogos (James Q. Wilson y George L. Kelling).
[3]. Hay edición en español en Espasa Calpe
[4] . Alain Bauer; Ëmile Pérez. L´Amerique, la violence , le crime, les realités et les mithes. PUF. 2000. También los comentarios sobre la “tolerancia cero” del alcalde Giuliani por J. F Revel en La Obsesion Antiamericana, Urano, Tendencias 2003.