SIGUE SOÑANDO


Dice la leyenda que Polínexa, madre de Alejandro Magno, soñó que su hijo había sido engendrado por el mismísimo Zeus. El nacimiento coincidió con la victoria de su marido, Filipo de Macedonia, en la carrera hípica de los Juegos del 256 a.C. En honor a tal triunfo, Polínexa cambió su nombre por el de Olimpia. Su sueño se cumplió. Alejandro fue el Zeus del mundo conocido entonces. Un infatigable conquistador. El deporte es hoy lo más parecido a la guerra y sus figuras los nuevos mitos de nuestra era. Soñemos.

Legend say that Polínexa, mother of Alexander the Great, she dreamed that her son had been fathered by Zeus. The birth coincided with the victory of her husband, Philip of Macedonia, in the horse race of the Games of 256 BC. In honor of this victory, Polínexa changed her name to Olympia. Her dream was fulfilled. Alexander was the Zeus of the then known world. An indefatigable conqueror. The sport is now as war and his figures the new myths of our era. Let's dream.

olimpiaduerme@gmail.com

domingo, 2 de marzo de 2008

PARÁLISIS POR ANÁLISIS

Por: Dr. Guillermo A.Laich.
Doctor en Medicina y Cirugía.
Médico especialista
Colegiado nº 03-0308645.
Medicina y Ciencias del Deporte y Ejercicio.
Psiquiatría y Psicología Médica del Deporte.


Para que aparezca nuestro arte, nosotros debemos desaparecer. Este hecho, en realidad suele ser una experiencia muy común. Por lo general, cuando hacemos algo que amamos, no existe nada más. En ese mismo momento, no nos importa quién o quiénes nos estén mirando. No existe evaluador ni evaluado -nuestra conciencia crítica ha desaparecido. Sólo existe el puro sentimiento de estar en contacto con todo simultáneamente- sin más. Cuando desaparecemos dentro de lo que estamos haciendo de esta manera, todo a nuestro alrededor se convierte en algo creativo, nuevo, e intacto. Nosotros y el entorno nos unimos, y nos llenamos de energía. Nuestra atención e intención se fusionan y se convierten en una unidad inseparable. En ese momento florece lo mejor de nosotros.


Pero existe una cara opuesta a este singular estado de ánimo. Una cara oscura y negativa en la cual la creatividad es cohibida y prácticamente anulada por la presencia de un espectro que lo juzga todo. Ese espectro reside dentro de nosotros mismos y busca la perfección. Analiza todo hasta el último detalle y nos impide realizar cualquier cosa que no sea perfecta. Es ahí, cuando los procesos creativos se detienen. En ese momento tenemos la sensación de estar totalmente atascados y sufrimos los efectos de la cara opuesta de la libre creatividad.


Podemos considerar a la persona creativa como si contuviera en sí, o actuara, como dos personajes internos: una musa (motivadora, libre, emocional y creadora) y un editor (censor, limitado, analítico, y paralizante). La musa propone y el editor dispone. El editor critica, moldea, y organiza la materia prima que ha creado el libre y desinhibido juego de la musa. Pero si el editor va por delante y analiza a la musa en vez de ir por detrás, él mismo censura y edita a la musa totalmente fuera del contexto creativo.

El editor, a modo de un espectro inhibidor, se instala en la vida de la persona como una fuerza invisible, crítica y persecutoria. En esencia constituye un obstáculo en el camino creativo. De esta manera, el trabajo es juzgado antes de ser realizado, o de que exista algo para juzgar. Eventualmente se produce un bloqueo, o más bien una especia de inhibición, conocida como "parálisis por análisis". Es por eso que los dos socios internos, musa y editor, siempre deben de estar en perfecta sincronía y unión, como dos bailarines que se conocen bien.


La forma más fácil de hacer arte, o cualquier cosa bien hecha, consiste en dejar de lado las posibilidades de éxito y fracaso, y seguir adelante libre de temores e inhibiciones según los deseos de nuestra musa interior. El temor está profundamente relacionado con el miedo a la estupidez, que en sí se compone de dos partes: miedo a parecer tonto (pérdida de la reputación), y miedo a ser realmente un tonto (miedo al mal concepto de uno mismo). De manera que nos encontramos ante el perfeccionismo y su fea hermana gemela, la postergación.

El perfeccionismo nos paraliza tal vez más eficazmente que cualquier otro bloqueo. Nos enfrenta cara a cara con el editor, o espectro que nos juzga. Como representa un ideal inalcanzable, es imposible que nos pongamos a su altura, y nos hundimos en el pantano de la postergación. El miedo a la estupidez y el miedo a cometer errores abrevan en este sentimiento muy primario que todos aprendimos de niños: la vergüenza. La excesiva conciencia de fracaso o análisis de cualquier situación detiene a la musa creadora en seco y va a parar a una silla de ruedas con un ataque agudo de parálisis por análisis.

El talentoso artista británico William Black, le dio el nombre de "Urizen" a ese omnipresente espectro-juez-editor. Urizen representa "tu razón". La principal arma (y la única) de Urizen es el miedo y la inhibición que provoca. Ese temor es alimentado internamente e impuesto por una parte de nosotros mismos a otra que también nos pertenece. Es así como podemos pasarnos toda nuestra vida culpando a otros por las frustraciones y bloqueos de nuestra vida creativa, cuando en realidad el bloqueo procede de Urizen, o sea de nuestra propia conciencia perfeccionista.

Como mencioné en un artículo anterior, en el año 1996 tuve el gusto de trabajar como médico de Diego Maradona en España, durante un prolongado período de tiempo. Como futbolista, Diego es un hombre que escucha y sabe dar rienda suelta a su musa interior. Dediqué muchas horas a observar todo lo que hacía y cómo lo hacía. Un día, entrenando, me dí cuenta que Diego jamás editaba a priori sus acciones. Siempre estaba jugando con un balón, disfrutando, riendo, y haciendo malabarismos de compleja coordinación, que sólo él era capaz de realizar. Sus actos psicomotores eran rápidos, precisos y exactos. Cada uno de sus movimientos -por más complejos que fuesen- paradójicamente se caracterizaban por una gran sencillez y simplicidad. Daba la impresión de que cada uno de sus movimientos sólo podían realizarse como los realizaba él, y de ninguna otra manera.

Mientras lanzaba el balón de un lado a otro, hablaba con una o dos personas, me hablaba a mí, de repente sonreía a dos personas más, miraba a su alrededor, y además comentaba sobre lo que estaba haciendo. Podría haber elegido una cantidad infinita de acciones para cada movimiento, pero siempre escogía la más idónea. Evidentemente su sistema nervioso estaba preparado para tratar con niveles de complejidad muy superiores al que estaba realizando. Daba la impresión de poder ver un segundo o más por delante del tiempo real.


También me dí cuenta de que sus movimientos se realizaban en ausencia de un control consciente. Tomaban decisiones respecto a la posición de su cuerpo, el suelo y el balón, en un instante. A modo de un piloto automático, en ningún momento daba la impresión de estar pensando conscientemente o editando sus movimientos y acciones. Decidía rápidamente acerca de una cantidad ingente de posibilidades fisiológicas y biomecánicas simultáneas, pero no parecía estar pensando en en los medios a través de los cuales se ejecutaban sus decisiones y acciones. De hecho, era capaz de elegir su respuesta con la mínima actividad consciente para luego, ejecutarla inconscientemente. Simplemente acertaba en elegir el movimiento más idóneo para cada momento y situación a una velocidad superior. Su cerebro parecía enviar órdenes a otras partes del sistema nervioso, las cuales producían de manera inconsciente patrones específicos de las respuestas neuromusculares que llevaban a cabo estas órdenes.

Seguramente la naturalidad y el automatismo de sus acciones estaban muy lejos de las respuestas lentas y trabajosas que caracterizaban a sus primeros días de contacto con el balón. De hecho, y vía un largo y metódico proceso de aprendizaje psicomotor, la experiencia había logrado integrarse en sus movimientos, y el control había pasado de ser una modalidad de esfuerzo consciente, a una que no lo era. Además, era evidente que había logrado colocar en su sitio, o bien hacer desaparecer por completo, a su espectro crítico-editor. Estaba totalmente libre del temor al fracaso y por tanto no sufría análisis por parálisis. Desapareciendo su conciencia analítica-crítica su parálisis no aparecía, y todo lo que hacía parecía poesía en movimiento. De repente una alegre voz me despertó del estado de contemplación en el cual me hallaba: "¡ved como se hace!" me dijo "¡ved que fácil es!" Respondí "sí, fácil para tí pero no para los demás. Eres un verdadero genio psicomotor". Hasta el día de hoy no sé si comprendió bien lo que le estaba diciendo, pero eso no importa. Él era ese genio y punto.

Comparando su sistema nervioso a una empresa, las órdenes principales las generaba en su corteza de asociación en el sistema nervioso central, que corresponde a la oficina del presidente (nivel alto). Tales órdenes especificaban metas generales, más que planes concretos de actuación. Eventualmente esas órdenes llegaban al sistema nervioso periférico y a los músculos o empleados (nivel más bajo) donde se ejecutaban, creando los movimientos. Ni su corteza cerebral ni el presidente de una empresa suelen ocuparse de los detalles. Tanto la ejecución como los detalles finales siempre quedan a cargo de los niveles más bajos y más primitivos del sistema nervioso y también de una empresa. La principal ventaja de esta organización es que los niveles superiores de la jerarquía quedan más libres, lo que les permite especificar tareas más complejas y de mayor calidad. Cuanto más compleja es la tarea a realizar, más libre de crítica y análisis deben de estar los centros superiores. Cuando la corteza cerebral o el presidente intentan hacerlo todo sin relegar a sus colaboradores -simplemente no pueden- y terminan fracasando.


Al preguntarle a Diego cómo lo hacía, su respuesta era siempre la misma -"me sale de forma natural, no pienso, si lo analizo me sale mal o no me sale"-. Considero que la esencia de sus extraordinaria habilidad se encontraba justamente ahí. En colocar su musa libre y creativa muy por delante de su analítico editor. Diez años después sigo dando gracias a las enseñanzas prácticas de Diego y también sigo pensando que ésar era la clave de su arte futbolístico. Una genética privilegiada y un proceso de aprendizaje único, entre billones de seres humanos. Una confluencia y alquimia única de factores psíquicos, neurales y musculares, donde los límites entre la formación, la información, y las órdenes conscientes e inconscientes, se solapaban, superponían y fundían, para ser expresadas en forma de pura creatividad y libres de análisis...y por lo tanto también de parálisis.

Publicado en la revista GYM entrenadores.