SIGUE SOÑANDO


Dice la leyenda que Polínexa, madre de Alejandro Magno, soñó que su hijo había sido engendrado por el mismísimo Zeus. El nacimiento coincidió con la victoria de su marido, Filipo de Macedonia, en la carrera hípica de los Juegos del 256 a.C. En honor a tal triunfo, Polínexa cambió su nombre por el de Olimpia. Su sueño se cumplió. Alejandro fue el Zeus del mundo conocido entonces. Un infatigable conquistador. El deporte es hoy lo más parecido a la guerra y sus figuras los nuevos mitos de nuestra era. Soñemos.

Legend say that Polínexa, mother of Alexander the Great, she dreamed that her son had been fathered by Zeus. The birth coincided with the victory of her husband, Philip of Macedonia, in the horse race of the Games of 256 BC. In honor of this victory, Polínexa changed her name to Olympia. Her dream was fulfilled. Alexander was the Zeus of the then known world. An indefatigable conqueror. The sport is now as war and his figures the new myths of our era. Let's dream.

olimpiaduerme@gmail.com

jueves, 24 de abril de 2008

ELEGANCIA INNATA: WAYNE RAINEY (VI)

Exísten personas que son capaces de expresarse a través de un objeto. No sólo con un balón en sus manos, en sus pies o con una raqueta. También sobre una bicicleta, moto o dentro de un vehículo. El californiano Wayne Rainey (Los Ángeles, 1960) fue uno de ellos. Un piloto que manifestaba una elegancia inusual al manillar, de quien se decía "corre sobre un rail". Rainey fue uno de los protagonistas de una época dorada en los 500 centímetros cúbicos (ahora comienza otra no menos apasionante en Moto GP) compitiendo contra los Schwantz, Doohan, su mentor Lawson, Mamola, Kocinski... Un espectacular elenco entre los cuales reinó entre 1990 y 1993. Por desgracia, todos los demonios se juntaron un fatídico 5 de septiembre de 1993 en el circuito italiano de Misano, donde perdió el control a unos 155 kilómetros/hora, saliéndose de la pista sin aparente gravedad en un principio. Rainey perdió la movilidad bajo su cintura desde entonces, siendo condenado a perpetuidad (si la ciencia no lo remedia antes) a ver los toros desde la barrera. La vida es, en muchas ocasiones, cruel. En lo cotidiano es fácil de imaginar el brutal cambio de hábitos. En lo deportivo -lo escribíamos la semana pasada en La Región- siempre le quedará una espina clavada en el pecho. "¿Hasta donde podría haber llegado?". Lo bueno es que Rainey vive hoy y es un próspero promotor en el mundo del motor. Al fin y al cabo, lo importante es sentirse vivo. Y la elegancia natural nunca se pierde.