SIGUE SOÑANDO


Dice la leyenda que Polínexa, madre de Alejandro Magno, soñó que su hijo había sido engendrado por el mismísimo Zeus. El nacimiento coincidió con la victoria de su marido, Filipo de Macedonia, en la carrera hípica de los Juegos del 256 a.C. En honor a tal triunfo, Polínexa cambió su nombre por el de Olimpia. Su sueño se cumplió. Alejandro fue el Zeus del mundo conocido entonces. Un infatigable conquistador. El deporte es hoy lo más parecido a la guerra y sus figuras los nuevos mitos de nuestra era. Soñemos.

Legend say that Polínexa, mother of Alexander the Great, she dreamed that her son had been fathered by Zeus. The birth coincided with the victory of her husband, Philip of Macedonia, in the horse race of the Games of 256 BC. In honor of this victory, Polínexa changed her name to Olympia. Her dream was fulfilled. Alexander was the Zeus of the then known world. An indefatigable conqueror. The sport is now as war and his figures the new myths of our era. Let's dream.

olimpiaduerme@gmail.com

miércoles, 10 de diciembre de 2008

DE CUANDO AL FÚTBOL SE IBA CON CORBATA

En otras ocasiones hemos escrito y advertido sobre el oscuro, más bien negro cariz, que está adquiendo el fútbol y su ilimitada influencia. Desde su creación, este maravilloso y simple juego ha provocado la pasión y el enfrentamiento, entre clubes, barrios o países . Siempre hubo diferencias, siempre las habrá. Pero el ambiente actual se hace cada vez más irrespirable, por la falta de aire fresco y el fétido olor de ciertas costumbres.

Hubo un tiempo, cuando al fútbol se iba con corbata, que este deporte era un acontecimiento social, un pasatiempo, un rato de ocio. Terminado el partido, terminado el sueño y vuelta a la realidad. Hoy se ha convertido en la principal, y a veces única, razón de ser de una masa aborregada y sin valores, que ha cambiado la universal corbata por los colores identificativos y restringidos de su tribu.

A nadie se le ocurre ir al cine a jalear al protagonista o lanzar una botella al malo de la película. Ni en el teatro. En el fútbol, sí. El Estadio es el nuevo Circo Romano de nuestra Era. Una turba en su mayoría vociferante e inculta, a quien sólo satisface la victoria por encima de cualquier consideración sobre el juego o sus participantes. Una corriente que sólo sigue a los ganadores y hunde a los perdedores.

Los nuevos césares son, en la versión internacional, grandes hombres de negocios con su juguete particular. En la versión cañí, el perfil general del presidente de club es un individuo con un afán desmedido por el dinero y la vanidad, carente de cualquier cualidad supuesta a su cargo: presencia, oratoria, sensatez o liderazgo. Suelen contar con el respaldo del político de turno, quien regala con alegría millones del Erario Público, aportando la palmadita en los días triunfales y escapando con buena cintura en los tiempos de crisis.

Así las cosas llegamos al caso del energúmeno Santos Mirasierra, orgulloso ultra del equipo de fútbol Olympique Marsella, acusado de participar en los incidentes del 1 de octubre en el Estadio Vicente Calderón, cuando él y los de su cuadrilla se enfrentaron a golpes y lanzamiento de sillas contra los grupos antidisturbios de la Policía Nacional. ¿La causa? La Policía entendió que uno de los símbolos expuestos por la afición francesa incitaba a la violencia y se dispuso a retirarlo. Les recuerdo que no era la bandera francesa, regional o local marsellesa. Que cuando uno viaja a otro país debe acatar las normas del mismo, las comparta o no.

Pesaba sobre el muchacho una posible condena de ocho años de prisión. Finalmente fueron tres. No entro a juzgar si Mirasierra lanzó o no una silla a un policía, si las acusaciones son exageradas o no. El caso es que este mentecato participó en el petate. El caso es que la silla sólo hirió al agente, pero si fuese otro objeto podría haber matado al guardia o a cualquier otra persona. El caso es que si te metes en el fregao puedes terminar pagando, siendo justo o pecador. El caso es que si buscas los problemas terminarás encontrándolos.

Pero lo más sangrante fue la respuesta del club, afición y diversas personalidades francesas. Lo que en otro tiempo -cuando al fútbol se acudía en corbata- sería un motivo de bochorno y vergüenza general para el entorno de un club, ahora lo es de orgullo, de complicidad, de comprensión con el pobre ultra que sólo defendía los colores del Marsella, destrozando el recinto ajeno y pegándose con la seguridad de otro país. Antes, a los delincuentes se les reprimía su mala conducta. Ahora, se les da alas. El club está por encima de la Ley. Escuchar al impresentable presidente marsellés, solidarizándose con Mirasierra, dejando entrever amenazas a la afición rival y criticando a la policía española, sólo me produce arcadas. ¿Son estos los valores que inculcamos a los niños sobre el deporte? Lamentable.

No es una cuestión de patriotismo ciego. Cualquier aficionado madridista, culé o atlético que practique el vandalismo fuera de España debe sufrir el mismo castigo. Un aviso serio a quien se pase de la raya por primera vez. Jarabe de palo al reincidente. Algunos no razonan de otra manera, no hay que engañarse.

La violencia en el fútbol es una bola que crece ante la pasividad de la mayoría de dirigentes. Y para mitigarla, nada mejor que poner a este cazurro en libertad, como se hizo ayer. Mirasierra salió en loor de multitudes, como si fuese una estrella de rock. Sus compinches actuaron de matones y el Marsella -¡increíble!- fletó un avión para traerlo a casa.

Algún periodista escribirá que no hay palabras para describir lo sucedido. Sí las hay. Bochornoso, lamentable. Una bajada de pantalones políticamente correcta ante un mamporrero, un club presidido por un impresentable presidente y una afición anestesiada por la estupidez. ¿Se extrañarán después las autoridades por el "alarmante incremento de la violencia en los campos de fútbol"? Ser delincuente sale gratis y te convierte en mártir.