SIGUE SOÑANDO


Dice la leyenda que Polínexa, madre de Alejandro Magno, soñó que su hijo había sido engendrado por el mismísimo Zeus. El nacimiento coincidió con la victoria de su marido, Filipo de Macedonia, en la carrera hípica de los Juegos del 256 a.C. En honor a tal triunfo, Polínexa cambió su nombre por el de Olimpia. Su sueño se cumplió. Alejandro fue el Zeus del mundo conocido entonces. Un infatigable conquistador. El deporte es hoy lo más parecido a la guerra y sus figuras los nuevos mitos de nuestra era. Soñemos.

Legend say that Polínexa, mother of Alexander the Great, she dreamed that her son had been fathered by Zeus. The birth coincided with the victory of her husband, Philip of Macedonia, in the horse race of the Games of 256 BC. In honor of this victory, Polínexa changed her name to Olympia. Her dream was fulfilled. Alexander was the Zeus of the then known world. An indefatigable conqueror. The sport is now as war and his figures the new myths of our era. Let's dream.

olimpiaduerme@gmail.com

viernes, 17 de julio de 2009

LOS TÓPICOS DE PARTITOCRACIA (Por Rokudán)

Al pueblo en general y a la gente bienpensante, ilustrada o no, le gusta repetir frases tópicas, que utilizan a modo de muletillas para referirse a aspectos de la política partitocrática, y que son muy útiles porque evitan la mínima reflexión. Son frases que no salen del pueblo como los refranes, sino de la clase política, y que el personal a fuerza de escucharlas, una y otra vez, en los medios de comunicación y sobre todo en la televisión, las acaba repitiendo en el mejor estilo de un papagayo. He aquí una pequeña selección de estos tópicos, siempre falsos y no exentos de cierta cursilería.

La democracia que los españoles nos hemos dado. Los españoles no nos dimos ninguna democracia, fueron el Rey, heredero de Franco, y Adolfo Suárez, brillante político del Movimiento, los que demolieron el Estado que dejo el Caudillo -no obstante haber jurado ambos la Leyes Fundamentales del Régimen- y que, llegando a un acuerdo con los partidos políticos, impusieron un sistema en el cual el poder pasó, no al Parlamento y mucho menos al pueblo, sino a las cúpulas de los partidos, los cuales, sin que nadie se lo pidiera, se erigieron en nuestros representantes. En este sistema “que los españoles no hemos dado”, el Parlamento es simplemente una caja de resonancia de los acuerdos a que llegan, fuera de la Cámara, principalmente en los restaurantes y cafés, los jefes de los partidos.

Tampoco se puede llamar democracia, pues lo electores no eligen a sus diputados -los eligen las secretarías de los partidos-, y no hay, además, separación de poderes. Hay fusión de poderes. El jefe del partido que gane las elecciones por mayoría, tiene en sus manos el poder ejecutivo, el poder legislativo -a través de sus diputados- y el control del poder judicial, por jueces que son designados -no puede haber mayor degradación-, por los partidos.

Vivimos en un estado de derecho. Cualquier estado que tenga un sistema judicial y unos jueces que apliquen las leyes, es un estado de derecho. Lo era el régimen de Franco, también la Unión Soviética de Stalin o la Cuba de los hermanos Castro. Otra cosa es que esas leyes sean duras, crueles o injustas, pero siempre que estén escritas en un código y existan unos jueces para imponerlas, eso es un estado de derecho.

Las Autonomías acercan la administración al ciudadano. Este engendro despilfarrador, creado por Adolfo Suárez ( los centristas acomplejados son peligrosisimos), y permitido por el Rey -cuando aun tenía poder- es un cáncer incurable para la unidad de España y un martirio para el contribuyente, al que somete a más burocracia, saquea sin piedad sus bolsillos y le impide trabajar u opositar en otras regiones españolas, como ocurría antes.

Son, sin duda, muy buenas para los partidos -multiplican las posibilidades de colocar sus huestes-, para las castas políticas regionales y las innumerables organizaciones que viven de parasitar en el presupuesto, que encontraron un filón inagotable en estos diecisiete reinos de taifas de posibilidades y modos ilimitados de corrupción.

Pero lo peor es que esto no es gratis. Hay que pagarlo y es muy caro. El dinero sale de los impuestos y estos los tiene que soportar el ciudadano, las empresas y todo aquel que se dedique a una actividad decente. A pesar de todos esto males, ningún partido, grande o pequeño, pide la derogación de este disparate autonómico, lo cual es un síntoma preocupante de su nivel ético y moral.

El pueblo siempre tiene razón. Pocos tópicos tan necios como este, utilizado por los políticos, entre ellos la mujer de Aznar, para halagar a sus votantes. La historia nos demuestra lo mucho que se equivoca el pueblo que, entusiasmado, llevó a Hitler al poder en Alemania, conduciéndola a la mayor catástrofe de su historia; a Evita y Juan Perón en Argentina, dando comienzo a una ruina que llega a nuestro días; a Chávez en Venezuela, empeñado en ser el sucesor de Fidel Castro; y en España, a esa mezcla de adolescente caprichoso y revolucionario de mesa camilla que es José Luis Rodríguez, gran impulsor y animador del desguace nacional

Ya Gustave Le Bon en el siglo XIX y Sigmund Freud en el XX, escribieron sobre el carácter infantil de las masas, su voluble comportamiento, nunca dictado por la razón sino siempre por la pasión, y lo vulnerables que son a la demagogia. Lo saben muy bien los líderes políticos, y la demagogia es el plato que nunca falta en cualquier aquelarre electoral.

Estos mendaces tópicos, por higiene mental, se deben rechazar, sin miramientos, así como las habituales consignas que permanentemente vomitan, los partidos, sindicatos y organismos de similar pelaje. En su lugar es muy recomendable acudir al sabio refranero español en el que se encuentra dichos tan acertados como aquel de, “Zapatero a tus zapatos”.

Rokudán