SIGUE SOÑANDO


Dice la leyenda que Polínexa, madre de Alejandro Magno, soñó que su hijo había sido engendrado por el mismísimo Zeus. El nacimiento coincidió con la victoria de su marido, Filipo de Macedonia, en la carrera hípica de los Juegos del 256 a.C. En honor a tal triunfo, Polínexa cambió su nombre por el de Olimpia. Su sueño se cumplió. Alejandro fue el Zeus del mundo conocido entonces. Un infatigable conquistador. El deporte es hoy lo más parecido a la guerra y sus figuras los nuevos mitos de nuestra era. Soñemos.

Legend say that Polínexa, mother of Alexander the Great, she dreamed that her son had been fathered by Zeus. The birth coincided with the victory of her husband, Philip of Macedonia, in the horse race of the Games of 256 BC. In honor of this victory, Polínexa changed her name to Olympia. Her dream was fulfilled. Alexander was the Zeus of the then known world. An indefatigable conqueror. The sport is now as war and his figures the new myths of our era. Let's dream.

olimpiaduerme@gmail.com

jueves, 25 de noviembre de 2010

LA GUERRA SECRETA DE HIMMLER (2ª parte)

Himmler, quien debía todo a Adolf Hitler, intentó persuadirle de que en 1944 todavía existía la posibilidad de alcanzar un acuerdo con los aliados, pero pronto comprendió que la mente del líder, obsesionado con la URSS, está en otro mundo. El desembarco de Normandía terminó por desquiciarle. Entonces, según la documentación del autor, pareció acceder a intervenir en un golpe auspiciado por terceros (Doc nºFO800/868). Los hechos parecen confirmar la teoría de que el propio responsable de las SS esperaba agazapado la muerte del Führer. Recordemos: En junio de 1944 Hitler nombró Jefe del ejército de Reemplazo a Von Stauffenberg, miembro del Círculo de Kreisau. El "Círculo" fue una organización secreta integrada por militares y alemanes influyentes, la cual mantuvo contacto con los servicios de espionaje británicos y había perpetrado ya dos intentos de atentado sin éxito contra líder para provocar un golpe de estado. Todos los ascensos pasaban por el filtro de las SS, y el autor considera imposible que Himmler no supiese las inclinaciones y movimientos de Stauffenberg.
Otro dato curioso, el plan del Círculo de Kreisau -la llamada Operación Walkiria- pretendía eliminar a la vez a Hitler, Himmler y Göring, tomando el control del país al servirse del sistema de emergencia nacional ya estructurado. Sin embargo, Himmler no asistió a ninguna reunión del Alto Mando durante todo el mes de julio de 1944, rompiendo sin mayor explicación una costumbre invariable desde el comienzo de la guerra. El tercer hecho sospechoso sucedió el mismo 20 de julio de 1944 que pudo cambiar la Historia. Stauffenberg hizo explotar la bomba a las 12,41 horas. Himmler se presentó poco después en el lugar de los hechos, donde comprobó que Hitler había sobrevivido de forma milagrosa al atentado. De inmediato recibió la orden de aniquilar la rebelión, pero no movió un dedo hasta las ocho de la noche -ningún detenido- hasta que tuvo la certeza del fracaso total del golpe. Entonces desplegó una purga sangrienta y fulminante, que eliminó la estructura del Círculo y a un número no inferior a 500 personas, relacionadas o no con el golpe.

Martin Allen está convencido de que Himmler tenía previstos dos movimientos. En caso de la muerte de Hitler, el apropiarse del poder como segundo al mando, y negociar la rendición con los aliados. En el caso contrario, aparentar fidelidad, aniquilar a la oposición y mantener sus contactos con el servicio secreto británico. Resulta paradójico que persiguiese con tanta saña a quienes practicaban su misma estrategia. Y ésta se mantuvo hasta el final. 

En agosto de 1944, miembros de las SS se reunieron en Estrasburgo con los más grandes empresarios alemanes, pactado la dispersión de las riquezas del Reich en el extranjero -Suiza, España, Argentina y Paraguay- donde se prepararía el renacimiento tras la posguerra. Se bautizó como "Operación Amanecer", si bien los aliados recuperaron gran parte de lo acumulado. 

Los intentos de Himmler se repitieron en el invierno de 1944 y la primavera de 1945, llegando a ordenar el cese de los campos de exterminio judío a espaldas de un ya paranoico Hitler. El lugarteniente, desesperado, intentó presentarse como un "moderado" ante británicos y estadounidenses. Desconocía que ya está sentenciado. El mismo día del cumpleaños del Fürher, el 20 de abril de 1945, adoptó medidas desesperadas: transmitió un mensaje de rendición al propio general Eisenhower, ofreció a los aliados documentos secretos incautados a los soviéticos a cambio de un exilio en Suecia. Truman y Churchill, en virtud de su pacto con Stalin, respondieron de forma negativa y el correo llegó a Hitler quien, decidido a sacrificar a toda su nación por la causa, montó en cólera como nunca se le había visto en el búnker de Berlín. 

La traición de su más fiel consejero fue una puñalada que quizá le devolvió la lucidez. Todo está perdido. Entonces tomó la decisión de suicidarse, no sin antes ordenar al general Greim, jefe de la Luftwaffe, la detención de su otrora fiel compañero. La misión no se llevó a cabo, porque Himmler estaba bien protegido por su guardia pretoriana, los fanáticos y bien preparados Waffen SS.

Hitler se suicidó -aunque existen corrientes que dudan de esta versión oficial- el 30 de abril. Los hechos se precipitaron desde ese momento. El 5 de mayo su sucesor, Dönitz, firmó la rendición incondicional ante Montgomery. Por su parte, Himmler y sus fieles actuaron de incógnito e intentaron pasar del sector controlado por los británicos al sector estadounidense, en busca de asilo político. 

El 23 de mayo fueron detenidos en un puesto de control inglés. Las crónicas del momento registraron que el segundo hombre más importante de la Alemania nazi se suicidó tras un reconocimiento médico, ingiriendo una de las famosas cápsulas de cianuro camufladas en un diente que poseía todo el alto mando nazi. El autor y quien esto escribe dudamos de tal posibilidad, cuando menos. Aunque preso, Himmler era la pieza de caza de más importante del antiguo régimen, de incalculable valor para los aliados por su información. Resulta difícil pensar que quien tanto había luchado y tanto se había rebajado por su seguridad personal tomase la siempre difícil decisión de terminar con su vida. De hacerlo, sería más razonable antes de dejarse capturar por el enemigo. No hubo autopsia, ni testimonios a la prensa de los presentes en su deceso. Su cuerpo fue enterrado en algún fosa común de algún paraje de Lüneberg, sin dar más explicaciones. 

Martin Allen aporta otros dos documentos que respaldan esta conclusión. Uno con nombre clave de "Operación Little Foxley", que consistía en el asesinato inmediato de mandatarios nazis capturados por parte del ejército británico. En el informe figuran los nombres de Goebbels, Otto Skornezy u Ottor Remer. No sería extraño que Himmler, con quien se mantuvo una intensa relación que podría escandalizar a muchos, fuese otro de los señalados. Allen encontró entre la documentación del Archivo histórico otro misterioso telegrama, fechado el 24 de mayo de 1945, a las 2,50 horas, cuatro después del fallecimiento de Himmler. Y dice: "Conseguimos interceptar a HH anoche en Lüneberg antes de que fuese interrogado. Conforme a las instrucciones, se tomaron medidas para silenciarlo definitivamente. Dí orden de que mi presencia allí no quedara registrada de ningún modo y podemos concluir que el problema HH está zanjado". (doc. FO 800/868).

Fin al problema, comienzo del misterio HH. Después de casi 450 páginas, Martin Allen concluye, según los datos del archivo de Kew, que el servicio secreto británico intentó camelar primero al propio Hitler, después a su segundo Heinrich Himmler, como estrategia de desestabilización, ocultando esta operación a sus compañeros de bando. Una vez precipitada la caída del Reich, el segundo objetivo fue eliminar todo vestigio de pruebas, materiales y humanas, que pudiesen hacer pública la relación con la Alemania nazi, por temor a la opinión internacional. 

Algo hay de cierto. Tras la publicación de este libro en 2005, el Archivo Nacional declaró vedados varios de los documentos sobre los que se sostiene la obra, clasificándolos después como "originales alterados", es decir, falsificaciones. ¿Quién se fía del servicio secreto de un país? Yo, desde luego, no. Puede que dentro de unas décadas, así que pase el tiempo, sepamos algo más sobre éste y otros misterios de la tan terrible como apasionante -vista desde la distancia, claro- II Guerra Mundial. Lean, reflexionen y opinen. Y recuerden que si buscan la verdad corren el riesgo de encontrarla.