SIGUE SOÑANDO


Dice la leyenda que Polínexa, madre de Alejandro Magno, soñó que su hijo había sido engendrado por el mismísimo Zeus. El nacimiento coincidió con la victoria de su marido, Filipo de Macedonia, en la carrera hípica de los Juegos del 256 a.C. En honor a tal triunfo, Polínexa cambió su nombre por el de Olimpia. Su sueño se cumplió. Alejandro fue el Zeus del mundo conocido entonces. Un infatigable conquistador. El deporte es hoy lo más parecido a la guerra y sus figuras los nuevos mitos de nuestra era. Soñemos.

Legend say that Polínexa, mother of Alexander the Great, she dreamed that her son had been fathered by Zeus. The birth coincided with the victory of her husband, Philip of Macedonia, in the horse race of the Games of 256 BC. In honor of this victory, Polínexa changed her name to Olympia. Her dream was fulfilled. Alexander was the Zeus of the then known world. An indefatigable conqueror. The sport is now as war and his figures the new myths of our era. Let's dream.

olimpiaduerme@gmail.com

miércoles, 13 de junio de 2012

LA AMBICIÓN (por Joaquín Lamela)

Joaquín Lamela López
Publicado en La Región (10-06-201)
Joaquín Lamela López
Un buen amigo me sugiere temas para tratar en esta página dominical de La Región, y le hago mucho caso porque los elige muy bien. Antes fue el de los celos en el trabajo y ahora me ha apuntado este.

La ambición la define el Diccionario de la RAE de la Lengua como deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama. La ambición está mal vista en nuestro país porque casi siempre se la identifica con la codicia de riquezas o poder.

Voy a suponer que usted, como yo, no tiene ambición de poder ni de fama y voy a proponerme demostrarle que no es malo, sino todo lo contrario, anhelar la riqueza, la dignidad, la salud y no perder el tiempo. Aunque me puede decir usted, ¡oiga!, salud y aprovechamiento del tiempo no están incluidos en la definición oficial, le señalo que la he ampliado por mi cuenta ya que no entiendo por qué los eruditos han circunscrito ambición a solo cuatro 'cosas' deseadas.

He omitido ardientemente porque indudablemente hay grados o niveles de deseo pero estos no se pueden medir y lo que para una persona es un deseo vehemente para otra puede ser violento.

No logro entender por qué ambicionar ser rico, trabajando mucho y honestamente, está mal visto por una gran parte de las personas de nuestro país. Si alguien dice aquí lo que dicen los americanos sin ruborizarse, 'solo hay una cosa mejor que un millón de dólares, dos millones de dólares', se le crucifica. Si bien, a todos nos gusta ser ricos, tener mucho dinero, pero eso sí, mejor sin dar un palo al agua.

Esta forma de pensar sobre la riqueza probablemente esté originada o relacionada con el cristianismo y aquella frase tan repetida que oíamos en las clases de religión y en las iglesias hace años ?no sé si todavía se oye ahora-, 'es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos'. Sin embargo, en el protestantismo anglosajón, basado en los dogmas luteranos y en el calvinismo, el credo es totalmente opuesto. Según este, serán premiados los que hayan trabajado mucho en la tierra y lleguen al cielo con grandes riquezas. Y la ganancia es el fin del hombre, no un medio de satisfacción sino el resultado de la virtud en el trabajo. Calvino consideraba digno de elogio el trabajo o el ejercicio serio de cualquier profesión, y veía, por consiguiente, como legítima la adquisición de riquezas. Creo, de verdad, que no se puede estar en desacuerdo con esto y sin embargo me parece desacertada la corriente del cristianismo sobre la recta adquisición de fortuna.

Sobre los ricos me ha gustado siempre la reflexión de José María Pereda, escritor santanderino, quien decía, 'eso de que el dinero no da la felicidad lo dicen los ricos para que no los envidien demasiado los pobres'. Y le oía frecuentemente a un médico compañero mío, también santanderino, y persona muy exquisita: 'la buena vida es cara; hay otra más barata pero no es vida'.

Es difícil para mí entender el sentido exacto a lo que se refieren los sabios de la RAE de la Lengua con la ambición de dignidades, pero vamos a suponer que se refiere al deseo de ser honorable. Vuelvo a opinar lo mismo que sobre la riqueza y le pongo un ejemplo de algo que conozco. ¿Acaso es malo que muchos jóvenes estudiantes de medicina o de cualquier otra carrera universitaria piensen llegar a ser Premios Nobel? Y esto posiblemente lo piense más de uno, sobre todo los que después se esfuerzan en ser buenos profesionales en sus carreras, aunque luego solo alguno lo consigue. ¿O es malo ambicionar, incluso ardientemente, ser una persona decente y respetable?

Es verdad que hay personas que se despreocupan totalmente de su salud e incluso otras que parecen desear estropearla. Pero, ¿no está de acuerdo conmigo que es muy bueno ambicionar tener buena salud? Claro que para lograrlo es necesario llevar una vida sana que requiere prescindir de algunas cosas como fumar y tomar bebidas alcohólicas en exceso, e incluir otras, como hacer ejercicio y comer poco y bien. Muchos que no lo consiguen se justifican diciendo que una vida sin fumar, sin ingerir bebidas alcohólicas y sin comer lo que a uno le apetece no merece la pena vivirla. Estoy convencido que también está de acuerdo conmigo que los que así piensan están muy equivocados, porque la vida es mucho más placentera sin fumar, tomando pocas bebidas alcohólicas y comiendo poco y bien. Y además de placentera es más económica, permite hacer ejercicio o simplemente moverse mucho mejor, y demora la subida ?tanto de los cristianos como de los protestantes- al paraíso.

La ambición de no malgastar el tiempo a algunos le parecerá estúpida. Espero que para usted no lo sea, como tampoco lo es para mí. Sé que la tolerancia y la paciencia son características muy valoradas en las personas que las poseen. Pero todo tiene su límite. Intentaré explicarme poniendo la conducción de vehículos en nuestra ciudad y la charlatanería como ejemplos.

En Ourense, muy distinta en este y muchos otros aspectos que ciudades más grandes como Madrid o Barcelona, la salida de los coches de los semáforos, cuando la luz de estos se pone verde, suele ser tan lenta que uno puede llegar a pensar si el conductor del primer coche se habrá quedado dormido o le habrá sucedido algo. Esto mismo en Nueva York llevaría a una continua e intensa pitada de los conductores situados detrás. Sé que muchos pensarán que son personas intolerantes los que tocan muy pronto la bocina. Pero debemos entender que haya personas que deseen aprovechar muy bien el tiempo y no estén dispuestas a perderlo inútilmente. ¡Y que le voy a decir de la palabrería ociosa, tan habitual incluso en nuestras horas de trabajo diario!

Ojalá los españoles fuésemos más ambiciosos, no de poder y fama, pero sí de riqueza basada en el trabajo duro, dignidad, salud y aprovechamiento del tiempo. Y nos olvidáramos para siempre del símil del camello y el rico.

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