SIGUE SOÑANDO


Dice la leyenda que Polínexa, madre de Alejandro Magno, soñó que su hijo había sido engendrado por el mismísimo Zeus. El nacimiento coincidió con la victoria de su marido, Filipo de Macedonia, en la carrera hípica de los Juegos del 256 a.C. En honor a tal triunfo, Polínexa cambió su nombre por el de Olimpia. Su sueño se cumplió. Alejandro fue el Zeus del mundo conocido entonces. Un infatigable conquistador. El deporte es hoy lo más parecido a la guerra y sus figuras los nuevos mitos de nuestra era. Soñemos.

Legend say that Polínexa, mother of Alexander the Great, she dreamed that her son had been fathered by Zeus. The birth coincided with the victory of her husband, Philip of Macedonia, in the horse race of the Games of 256 BC. In honor of this victory, Polínexa changed her name to Olympia. Her dream was fulfilled. Alexander was the Zeus of the then known world. An indefatigable conqueror. The sport is now as war and his figures the new myths of our era. Let's dream.

olimpiaduerme@gmail.com

miércoles, 19 de junio de 2013

'Contra toda esperanza. Memorias'. Nadiezhda Mandelstam (por Aníbal)


Vivimos insensibles al suelo bajo nuestros pies,

Nuestras voces a diez pasos no se oyen.



Pero cuando a medias a hablar nos atrevemos

al montañés del Kremlin siempre mencionamos.



Sus dedos gordos parecen grasientos gusanos,

como pesas certeras las palabras de su boca caen.



Aletea la risa bajo sus bigotes de cucaracha,

y relucen brillantes las cañas de sus botas.



Una chusma de jefes de cuellos flacos lo rodea,

infrahombres con los que él se divierte y juega.



Uno silba, otro maúlla, otro gime,

sólo él parlotea y dictamina.



Forja ukase tras ukase como herraduras

a uno en la ingle golpea, a otro en la frente,

en el ojo, en la ceja,



y cada ejecución es un bendito don
que regocija el ancho pecho del Oseta.

Por estos versos fue detenido en 1933 Osip Mandelstam (1891-1938), poeta ruso perteneciente al acmeísmo. Él es el protagonista de las memorias de la que fue su compañera hasta que las implacables garras de Stalin se lo llevaron. A través de la prosa certera de Nadiezhda Mandelstam recorremos el acoso constante al que fueron sometidos y cómo jugaron con ellos como lo haría el niño cruel y consentido que maltrata a una mascota y se recrea en su dolor hasta provocarle la muerte. Las visitas de los delatores, la detención, la pérdida de los amigos temerosos de relacionarse con los “apestados”, el destierro a los Urales en el que el poeta intentó suicidarse traumatizado por las torturas a las que había sido sometido y por el pavor a las que podría sufrir, la ficticia rehabilitación y estancia en Vorónezh, y la detención definitiva tras la cual moriría durante su traslado en un campo de trabajo de tránsito en Vladivostok.

Ambos fueron víctimas de la máquina represiva comunista -“dadnos al hombre, la excusa ya la encontraremos”- máquina que se alimentó de la sangre y el sufrimiento de millones de seres humanos. Sin embargo, no pudo acabar con la memoria de Nadiezhda, quien mantuvo viva en ella la poesía de su amado Osip para darla a conocer, años más tarde, al mundo. 

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Aníbal