SIGUE SOÑANDO


Dice la leyenda que Polínexa, madre de Alejandro Magno, soñó que su hijo había sido engendrado por el mismísimo Zeus. El nacimiento coincidió con la victoria de su marido, Filipo de Macedonia, en la carrera hípica de los Juegos del 256 a.C. En honor a tal triunfo, Polínexa cambió su nombre por el de Olimpia. Su sueño se cumplió. Alejandro fue el Zeus del mundo conocido entonces. Un infatigable conquistador. El deporte es hoy lo más parecido a la guerra y sus figuras los nuevos mitos de nuestra era. Soñemos.

Legend say that Polínexa, mother of Alexander the Great, she dreamed that her son had been fathered by Zeus. The birth coincided with the victory of her husband, Philip of Macedonia, in the horse race of the Games of 256 BC. In honor of this victory, Polínexa changed her name to Olympia. Her dream was fulfilled. Alexander was the Zeus of the then known world. An indefatigable conqueror. The sport is now as war and his figures the new myths of our era. Let's dream.

olimpiaduerme@gmail.com

domingo, 17 de julio de 2016

LOS SAMURAI (por Rokudan)

El judo, hoy deporte olímpico, tiene su origen en el viejo ju-jutsu ya que su fundador, Jigoro Kano, extrajo de sus principales escuelas los elementos esenciales para la creación de una nueva escuela de ju-jutsu a la que denominó judo, pero con una filosofía diferente, basada en dos principios, Seiryoku-zenyo (mejor utilización de la energía) y Jitakyoei (ayuda y prosperidad mutua) y con la pretensión de elevarlo por encima del mero fin utilitarista del ju-jutsu tradicional.

El ju-jutsu técnicas de lucha cuerpo a cuerpo sin armas (o en algún caso con armas blancas cortas), formaba  parte de las dieciséis o dieciocho artes marciales (bujutsu) que un samurái de alto rango debía dominar; las principales eran: el kyujutsu (tiro con arco), kenjutsu (arte de la espada), sojutsu (manejo de lanza), bajutsu (equitación). En el largo periodo de relativa paz que caracterizó el shogunato Tokugawa, la espada fue el símbolo por excelencia del estatus samurái, solo ellos tenían derecho a portar dos espadas ya fuera un samurái de alto rango (hatamoto) o el más bajo de la jerarquía (ashigaru).

Los samurái o bushi eran una casta de guerreros (buke) que fue emergiendo como tal desde el siglo IX, (el término samurái –sirviente-, se documenta por primera vez en el siglo X); paulatinamente van desplazando de las provincias a los representantes del poder imperial y convirtiéndolas en feudos bajo la autoridad de los distintos jefes de clanes guerreros (daimio). Desde finales del siglo XII, gobernaron de facto Japón cuando el shogun (el caudillo militar más poderoso) Minamoto Yoritomo convierte, en 1192, el shogunato en derecho hereditario, imponiéndose definitivamente los buke  a la aristocracia imperial (kuge). Son los samurai, oportunamente ayudados por los tifones, quienes derrotan los dos intentos de invasión de Japón (1274 y 1281) por el ejército de mongoles y coreanos del emperador de China Kublai Khan, después de degollar a sus emisarios enviados  para requerirles vasallaje.

Del Emperador (mikado), como símbolo de la nación, parte la legitimidad y el nombramiento del shogun, pero éste detentaba el verdadero poder  efectivo y, de una manera absoluta, durante todo el periodo Tokugawa (1603-1968), hasta la transcendental Restauración Meiji en que desaparece el bakufu (gobierno militar) y el poder vuelve al Emperador, perdiendo los samurái su estatus social así como los privilegios de casta entre los que se estaba poder llevar las dos espadas (katana y wakizashi) y tener el sumiso respeto de los plebeyos.

Con el  Edicto de Separación de 1591 de Toyotomi Hideyoshi, el segundo de los grandes unificadores de Japón, ningún samurai puede ser heimin (plebeyos: campesinos, artesanos, comerciantes), ni ningún plebeyo puede ser samurai. Anteriormente, en 1588, Hideyoshi había sacado un decreto conocido con la Cacería de la Espada, que prohibía tener espada, puñal, arco, lanza, armas de fuego y de otro tipo a los plebeyos y al clero militar. Con los Tokugawa la estratificación social se hace mucho más rígida, de tal modo que era muy difícil, a un samurai de bajo rango (ashigaru, goshi…), acceder a rango medio (koshogumi, hirazamurai…) y prácticamente imposible llegar al rango superior de la jerarquía (gokenin, hatamoto).

Los samurái observaban un estricto código de comportamiento conocido como bushido (el camino del guerrero), recogido y escrito por el filósofo neoconfucionista  Yamaga Soko en la penúltima década del siglo XVII. Posteriormente en el Hagakure, escrito entre 1710 y 1716, se recogen los relatos y meditaciones que un samurai retirado, Tsunetomo Yamamoto, le hace otro colega sobre el comportamiento correcto al que está obligado un verdadero samurai: la fidelidad incondicional a su señor, el sentido del honor, el desprecio a la muerte y la apología del suicidio, figuran entre sus premisas fundamentales. Tsunetomo Yamamoto se lamenta de una cierta relajación de las obligaciones de los samuráis de su época propiciada, en gran parte, por haber desaparecido las grandes batallas entre daimios debido a la paz impuesta por los gobernantes Tokugawa.

Un samurai  no solo podía ejecutar a cualquier plebeyo que le faltara al respeto sino que, por ley, estaba obligado a ello y nadie podía interponerse. El jesuita Padre Visitador Alejandro Valignano, escribe en 1583 sobre los japoneses: les importa tan poco matar a un hombre como a un animal, y no solo matan a un hombre con el mínimo pretexto, sino meramente para comprobar el filo de las espadas. Si la vaina de su espada rozaba a la de otro, era una ofensa y motivo de duelo; se caminaba por la izquierda y no había samurai zurdos; los que nacían con esa condición eran corregidos desde la infancia. Al final de las batallas, era necesario cortar las cabezas de los enemigos (kubinejikiro) y presentarlas al daimio para recibir las recompensas a que se  hubiera hecho acreedor en función del rango de los muertos.

Cuando el jesuita Alejandro Valignano llegó a Japón, llevaba un esclavo negro, alto y fuerte que tenía a su servicio. Su presencia causo una gran sensación entre la población, nunca se había visto un hombre negro; el caudillo militar más importante de la época, Oda Nobunaga se interesó por él y después de comprobar que no estaba pintado, que el color era real, pidió al jesuita que se lo regalara incorporándolo a su séquito  como  una especie de guardaespaldas; más tarde lo ascendió al rango de samurai y le puso el nombre de Yasuke; por consiguiente un negro africano fue el primer samurai extranjero.

Los ronin eran samurai que no tenían señor a quien servir; normalmente a consecuencia de que su daimio había perdido el feudo en una guerra o caído en desgracia. Este último caso es el famoso de los  47 ronin que, en 1702, vengan a su amo, obligado a hacerse seppuku (suicidio ritual) por desenvainar, en un momento de ira, la espada en el recinto del shogun y herir a otro samurai del bakufu, encargado de su formación en protocolo, como respuesta a la última de las reiteradas humillaciones que éste le infligía (era un delito muy grave, que lleva aparejada la confiscación de tierras y la marginación de sus vasallos). La venganza de los cuarenta y siete samurai, capitaneados por Oishi Yoshio, se ejecuta después de una paciente preparación y espera de dos años. Cumplido su deber de venganza y lealtad, puesta la cabeza del rival en la tumba de su señor, restaurado su honor, son obligados, de acuerdo con la ley imperante, al suicidio ritual tal como corresponde a su estatus de samurai.

La vida de los ronin no era fácil; obligados a vagabundear, dedicarse al bandolerismo o alquilar sus servicios, eran temidos por su letal destreza en el manejo de la espada y los desafíos a otros samurai pertenecientes a clanes eran constantes. Yokoyama, uno de los más importantes discípulos de Jigoro Kano que junto con Saigo, Tomita y Yamashita, son conocidos como los cuatro guardianes del Kodokan (shitenno), relata el enfrentamiento, por él presenciado, de un ronin con tres jóvenes samurai de clan: después de un tiempo de tensa observación entre los contendientes el ronin, en un movimiento de fulgurante rapidez, hiere mortalmente con su espada  a dos de ellos, el tercero salva la vida mediante una estratégica y poco honrosa huída.

Miyamoto Musashi es  el más famoso de los ronin. Participó en las batallas de Sekigahara (1600) y en el asedio al castillo de Osaka (1614-1615) al lado de Toyotomi Hideyori, en ambos casos en el bando perdedor. Viajo por el país retando a todos los mejores espadachines a los que venció en más de cien duelos. El más conocido es el legendario enfrentamiento con el maestro de esgrima Sasaki Kojiro, celebrado en una pequeña isla, al que dio muerte. Musashi tenía un peculiar estilo de combate, usaba dos espadas (katana y wakizashi) una en cada mano; fundó su propia escuela de bujutsu Niten ichi ryu. Escribió en sus últimos años, que vivió como ermitaño, El Libro de los Cinco Anillos, tratado sobre técnica de combate, estrategia y modo de vida del samurai.

El impedimento de llevar armas a los que no son del estamento samurai, hace que surjan grupos de luchadores callejeros (otodokate, machi-yakko, kyokaku), también con una estructura vertical,  que desarrollan técnicas de combate con elementos tales como el palo, abanico de hierro, pipa, instrumentos de trabajo etc., denominadas artes marciales menores o secundarias;  así como métodos de lucha cuerpo a cuerpo para poder enfrentarse a los arrogantes samurai. La evolución del ju-jutsu debe mucho a las aportaciones de estos luchadores cuya importancia social fue creciendo a medida que declinaba el sistema feudal en las últimas etapas del periodo Tokugawa.

La llegada, en julio de 1853, a la bahía de Edo (Tokio), de dos fragatas de vapor y dos buques de vela estadounidenses bajo el mando del comodoro Matthew Calbraith Perry, para forzar a Japón abrirse al comercio internacional y salir del aislamiento en que se encontraba desde 1635, supone un hecho capital  en la historia de Japón y el principio del fin de los samurai como casta. La debilidad del bakufu, para afrontar este desafío, debido al atraso tecnológico industrial y militar en que se encontraba Japón por tantos años de aislamiento  y la claudicación a las exigencias extranjeras, plasmadas en los Tratados Desiguales, provocan una gran convulsión social seguida de  una guerra civil (1868-1869), que finaliza con la derrota del shogun y sus partidarios; la asunción plena del poder por el Emperador e importantes cambios políticos y sociales, conocidos como la Restauración Meiji.

La Restauración Meiji trae consigo una reforma de profundo calado en la vida japonesa. Desaparecen los señores feudales (daimio) y sus feudos se convierten en prefecturas (ken) mandadas por  gobernadores de nuevo nombramiento; se introduce el yen que sustituye al ryo; se promulga, una nueva clasificación social: kazoku (aristócratas y daimios). shizoku (samurai). heimin (campesinos, artesanos, comerciantes); se deroga la prohibición de venta de tierras; se establece el servicio militar obligatorio y se crea un Ejército Imperial; se adopta el Calendario Gregoriano; los plebeyos son autorizados a llevar apelllidos y se prohíbe a los samurai portar espadas, principal signo distintivo de su estatus social.

Muchos samurai, que no aceptan los cambios que los destruyen como casta, capitaneados por Saigo Takamori, que había sido uno de los principales artífices de la caída del shogunato, se alzan a principios de 1877 contra el gobierno Meiji, formando un imponente ejército de 42.000 samurai que marchan sobre Tokio. Las fuerzas imperiales, provistas de modernas ametralladoras, se enfrentan a ellos y los derrotan en la batalla de Shiroyama (septiembre de 1877). Saigo se suicida (seppuku), del modo habitual que prescribe el bushido, y con él mueren definitivamente los samurai como casta.

Con la Reforma Meiji, Japón pasa del feudalismo a convertirse, en pocos años, en una potencia con peso en el concierto de las naciones modernas; pero a partir de 1880 la fascinación por Occidente va dejando paso a una fuerte reacción contra la influencia extranjera. Con la publicación en 1899 de Bushido. El alma de Japón de Inazo Nitobe, un japonés residente en Filadelfia, resurge el espíritu samurai que ahora es extensivo a todo el pueblo japonés y que se pone de manifiesto, sobre todo, en sus combatientes durante  la Segunda Guerra Mundial, con trágicas consecuencias para sus enemigos y de manera especial para los propios japoneses que, al final, en palabras de su Emperador, deben  “soportar  lo insoportable” y aceptar la rendición. Muchos de ellos, en el más genuino espíritu del bushido, prefieren el suicidio.

La primera edición en español del libro de Nitobe fue en 1908 como Bushido el corazón del guerrero (publicada por el editor Daniel Jorro y traducida por Gonzalo Jiménez de la Espada). El teniente coronel Millán Astray conoce esta edición y se inspira en ella  para, en 1919, crear y forjar el carácter de la  Legión Española, legendaria fuerza de asalto del Ejército Español.
Japón perdió la guerra pero lo que quedaba del bushido,  ahora transformado –más en la forma que en el fondo- en estoicismo, disciplina, sentido del deber y patriotismo  fueron los componentes fundamentales que explican su asombrosa recuperación posterior y la conquista, esta vez sin bayonetas, de un lugar destacado entre los países de mayor desarrollo económico.
Rokudan.