miércoles, 26 de marzo de 2014

¡QUE BELLO ES MORIR! (por Rokudán)



Para un político de altos vuelos, nada mejor que morirse para que los defectos se transformen en virtudes y que los encarnizados enemigos, que en vida lo despedazaban,  pasen a ponerlo de ejemplo a imitar y, con cara compungida, lo señalen como una irreparable pérdida política.

Este comportamiento se repitió hasta la náusea con el reciente fallecimiento de Adolfo Suárez por parte de aquellos partidos y personajes que en su momento lo apuñalaron con ferocidad y que despectivamente le llamaban “chusquero de la política”. Recordemos, cuando gobernaba, los despiadados ataques del PSOE y de las frases que le dirigía Alfonso Guerra: “el tahúr del Mississippi con chaleco floreado”; “un perfecto inculto procedente de las cloacas de franquismo”; “se subiría a la grupa del caballo de Pavía si entrara de nuevo en el Congreso”, recordando lo que había pasado en la Primera República (por cierto, el general Pavía no entró en el Congreso ni a caballo ni a pie, fue la Guardia Civil bajo el mando de un oficial la que hizo el desalojo).

Adolfo Suárez González se formó y creció políticamente en las filas del franquismo, donde llegó al cargo de ministro Secretario General del Movimiento, es decir, la esencia doctrinal del Estado del 18 de Julio. Hombre de escasas lecturas pero con una ambición desmedida, buen olfato político, valiente y decidido, conocía a la perfección todos los vericuetos del Régimen en donde se movía como pez en el agua. Esto no pasó desapercibido para el entonces Príncipe de España, don Juan Carlos de Borbón que, al  convertirse en rey, vio en Suárez la persona ideal, junto con el cerebro de la Reforma Torcuato Fernández Miranda, para liberarlo de sus solemnes juramentos a las Leyes Fundamentales y lidiar con los políticos y militares opuestos a la demolición del Estado que dejó Franco.

Cambiar de ideales políticos o religiosos es respetable, siempre que partan de una reflexión y, sobre todo, no suponga un interés material evidente o que, por cobardía intelectual, convenga remar a favor de la corriente; cuando no es así deja de ser decente y se denomina cambiar de chaqueta. Suárez pasó, en un abrir y cerrar de ojos, de la lealtad inquebrantable a los Principios del Movimiento al, hasta  entonces, denostado sistema demo-liberal. A partir de ese momento, con el afán del nuevo converso, empezó a destruir su pasado político anterior y amargarle la vida  los que se lo recordaban como Rafael García Serrano, Jaime Campmany o Emilio Romero, entre otros.

Don Juan Carlos pronto borboneó al sensato Fernández Miranda y, para desgracia de España,  Suárez quedó al frente de la Reforma política (borbonear es un verbo relativo a la dinastía de los Borbones que significa utilizar a sus más fieles servidores para tareas complicadas y después darles la patada. Es lo que hizo don Alfonso XIII con  Antonio Maura y el general Primo de Rivera, y don Juan Carlos I con Fernández Miranda, Suárez y los generales Armada y Milán del Bosch).

Suárez libre de la tutela de Fernández Miranda (ni siquiera fue a su entierro) y en sintonía con el rey, dirigió el cambio político hacia la partitocracia (vulgarmente llamada democracia). A la vez que destruía la Administración e instituciones franquistas las utilizaba para ganar las elecciones; también engañó al Ejército prometiéndoles que no se legalizaría el Partido Comunista. Como buen centrista, favoreció a los partidos de izquierda cuya influencia en la sociedad era minúscula, hasta acabar entregándoles  la TVE y dividió a la derecha de la cual renegaba.

En su deriva izquierdista, coqueteó con Arafat y otros conspicuos personajes del Tercer Mundo; la ETA atentaba sin parar ante la inoperancia de su gobierno; el paro subió a dos millones (¡quién nos diera ahora esa cifra!) y se hizo una Constitución cuyos errores hoy padecemos. El principal, sin la menor duda, fue el engendro autonómico, gigantesca estafa que Suárez, los partidos y el Rey metieron a los españoles; principal causa de la ruina y el desguace actual de España. Por solo esto, merecen ya pasar al basurero de la historia.

En 1980 las cosas estaban muy mal y la magia de Adolfo Suárez ya se había evaporado. Todos estaban contra él: la oposición; el rey, que deseaba echarse en brazos del PSOE; el Ejército; los sindicatos; y hasta en su propio partido, los llamados barones que se consideraban todos más listos que Suárez, conspiraban contra él. Se preparó un golpe de estado para echarlo pero él se adelantó y dimitió. De lo que pasó en el 23 de febrero de 1981 y su gestación se va conociendo la verdad, pero ya García Trevijano, dos días después, apuntó directamente a S.M. el Rey; lo sigue manteniendo y nunca fue desmentido ni procesado.

Suárez abandonó UCD y creo otro partido, el Centro Democrático y Social, más escorado a la izquierda. La gente que ahora tanto lo ensalza no lo votó y el CDS acabó con más pena que gloria; Suárez se retiró de la vida política. A partir del 2004, una terrible enfermedad lo apartó definitivamente del mundo.

Rokudán