Joaquín Lamela López
Un buen amigo me sugiere temas para tratar en esta página dominical
de La Región, y le hago mucho caso porque los elige muy bien. Antes fue
el de los celos en el trabajo y ahora me ha apuntado este.
La ambición la define el Diccionario de la RAE de la Lengua como
deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama. La
ambición está mal vista en nuestro país porque casi siempre se la
identifica con la codicia de riquezas o poder.
Voy a suponer que usted, como yo, no tiene ambición de poder ni de
fama y voy a proponerme demostrarle que no es malo, sino todo lo
contrario, anhelar la riqueza, la dignidad, la salud y no perder el
tiempo. Aunque me puede decir usted, ¡oiga!, salud y aprovechamiento del
tiempo no están incluidos en la definición oficial, le señalo que la he
ampliado por mi cuenta ya que no entiendo por qué los eruditos han
circunscrito ambición a solo cuatro 'cosas' deseadas.
He omitido ardientemente porque indudablemente hay grados o niveles
de deseo pero estos no se pueden medir y lo que para una persona es un
deseo vehemente para otra puede ser violento.
No logro entender por qué ambicionar ser rico, trabajando mucho y
honestamente, está mal visto por una gran parte de las personas de
nuestro país. Si alguien dice aquí lo que dicen los americanos sin
ruborizarse, 'solo hay una cosa mejor que un millón de dólares, dos
millones de dólares', se le crucifica. Si bien, a todos nos gusta ser
ricos, tener mucho dinero, pero eso sí, mejor sin dar un palo al agua.
Esta forma de pensar sobre la riqueza probablemente esté originada o
relacionada con el cristianismo y aquella frase tan repetida que oíamos
en las clases de religión y en las iglesias hace años ?no sé si todavía
se oye ahora-, 'es más fácil que un camello pase por el ojo de una
aguja que un rico entre en el reino de los cielos'. Sin embargo, en el
protestantismo anglosajón, basado en los dogmas luteranos y en el
calvinismo, el credo es totalmente opuesto. Según este, serán premiados
los que hayan trabajado mucho en la tierra y lleguen al cielo con
grandes riquezas. Y la ganancia es el fin del hombre, no un medio de
satisfacción sino el resultado de la virtud en el trabajo. Calvino
consideraba digno de elogio el trabajo o el ejercicio serio de cualquier
profesión, y veía, por consiguiente, como legítima la adquisición de
riquezas. Creo, de verdad, que no se puede estar en desacuerdo con esto y
sin embargo me parece desacertada la corriente del cristianismo sobre
la recta adquisición de fortuna.
Sobre los ricos me ha gustado siempre la reflexión de José María Pereda, escritor santanderino, quien decía, 'eso de que el dinero no da la felicidad lo dicen los ricos para que no los envidien demasiado los pobres'. Y le oía frecuentemente a un médico compañero mío, también santanderino, y persona muy exquisita: 'la buena vida es cara; hay otra más barata pero no es vida'.
Es difícil para mí entender el sentido exacto a lo que se refieren
los sabios de la RAE de la Lengua con la ambición de dignidades, pero
vamos a suponer que se refiere al deseo de ser honorable. Vuelvo a
opinar lo mismo que sobre la riqueza y le pongo un ejemplo de algo que
conozco. ¿Acaso es malo que muchos jóvenes estudiantes de medicina o de
cualquier otra carrera universitaria piensen llegar a ser Premios Nobel?
Y esto posiblemente lo piense más de uno, sobre todo los que después se
esfuerzan en ser buenos profesionales en sus carreras, aunque luego
solo alguno lo consigue. ¿O es malo ambicionar, incluso ardientemente,
ser una persona decente y respetable?
Es verdad que hay personas que se despreocupan totalmente de su salud e incluso otras que parecen desear estropearla. Pero, ¿no está de acuerdo conmigo que es muy bueno ambicionar tener buena salud? Claro que para lograrlo es necesario llevar una vida sana que requiere prescindir de algunas cosas como fumar y tomar bebidas alcohólicas en exceso, e incluir otras, como hacer ejercicio y comer poco y bien. Muchos que no lo consiguen se justifican diciendo que una vida sin fumar, sin ingerir bebidas alcohólicas y sin comer lo que a uno le apetece no merece la pena vivirla. Estoy convencido que también está de acuerdo conmigo que los que así piensan están muy equivocados, porque la vida es mucho más placentera sin fumar, tomando pocas bebidas alcohólicas y comiendo poco y bien. Y además de placentera es más económica, permite hacer ejercicio o simplemente moverse mucho mejor, y demora la subida ?tanto de los cristianos como de los protestantes- al paraíso.
La ambición de no malgastar el tiempo a algunos le parecerá
estúpida. Espero que para usted no lo sea, como tampoco lo es para mí.
Sé que la tolerancia y la paciencia son características muy valoradas en
las personas que las poseen. Pero todo tiene su límite. Intentaré
explicarme poniendo la conducción de vehículos en nuestra ciudad y la
charlatanería como ejemplos.
En Ourense, muy distinta en este y muchos otros aspectos que ciudades
más grandes como Madrid o Barcelona, la salida de los coches de los
semáforos, cuando la luz de estos se pone verde, suele ser tan lenta que
uno puede llegar a pensar si el conductor del primer coche se habrá
quedado dormido o le habrá sucedido algo. Esto mismo en Nueva York
llevaría a una continua e intensa pitada de los conductores situados
detrás. Sé que muchos pensarán que son personas intolerantes los que
tocan muy pronto la bocina. Pero debemos entender que haya personas que
deseen aprovechar muy bien el tiempo y no estén dispuestas a perderlo
inútilmente. ¡Y que le voy a decir de la palabrería ociosa, tan habitual
incluso en nuestras horas de trabajo diario!
Ojalá los españoles fuésemos más ambiciosos, no de poder y fama, pero
sí de riqueza basada en el trabajo duro, dignidad, salud y
aprovechamiento del tiempo. Y nos olvidáramos para siempre del símil del
camello y el rico.
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