Ahora él mira a Lorenzo y a Pedrosa con envidia desde los boxes. O a cualquier otro que cabalgue sobre el asfalto. El californiano Wayne Rainey (1960) sintió lo mismo que ellos cuando dominó su primera moto, a los siete años. Su llegada a las grandes cilindradas no fue tan espectacular, pero una vez asentado, nadie parecía superar su estilo elegante y depurado sobre una Yamaha. "Este tío pilota sobre un rail", se decía por los circuitos. Tuvo rivales extraordinarios: Schwantz, Lawson, Doohan, Kocinski, Mamola... todos miembros de la Edad de Oro de los 500 centímetros cúbicos. Tres títulos, entre 1990 y 1992, y un cuarto que no llegó. En septiembre de 1993, siempre en la cabeza, perdió el control en una curva del circuito de Misano (Italia) y nunca más se puso en pie. Paralizado de cintura para abajo, tuvo una cabeza muy activa para rehacer su vida y prosperar en los negocios. Duro castigo, ver a los demás cumplir sus sueños y preguntarse eternamente, ¿hasta dónde hubiese llegado yo de no ser por aquella curva? Aquellos maravillosos años que no volverán.
Publicado en La Región (21-04-2008)