No es que uno no esté acostumbrado a leer según qué cosas pero no
por ello dejan de sorprender. Resulta que las mentes progresistas, que son
mucho más pacatas de lo que parecen, se escandalizan de que en el nuevo currículo
de la asignatura de Religión católica se recoja que los alumnos deberán memorizar
las oraciones o aprender que la Creación es fruto de Dios. Nuestra
intelligentsia, totalitaria como es, no quiere que los padres, que así lo
deseen, puedan tener la opción de clases de Religión católica para sus hijos,
pero, si no queda más remedio y se reconoce ese derecho lo que les gustaría
sería una asignatura sin sustancia para pasar el rato, o mejor aún, educar en
el anticlericalismo. Pueden dormir tranquilos, sus fervientes anhelos ya son
realidad y gracias a la propia Conferencia episcopal y a los profesores de la
materia que se están encargando de la tarea de demolición desvirtuando su verdadero sentido. Hay entre éstos ejemplos
muy dignos, pero por desgracia son una minoría.
Llegados a este punto me
encuentro ante un dilema, como católico abogaría por la eliminación de la
asignatura de la enseñanza para acabar con el terrible daño que se le está
infligiendo a la Iglesia, como liberal defiendo su pervivencia mientras así lo
quieran los padres.