Han sido muchísimas las páginas que se han escrito sobre la conquista de
México. Todas ellas se basan en dos fuentes fundamentales, la Crónica de la conquista de la Nueva España
de López de Gómara, quien, curiosamente, nunca estuvo en América y ésta, de la
que vamos a hablar.
Este relato, que no crónica, denominación denostada por el autor por parecerle
que esta falsea la realidad al aderezarla, tiene grandísimo valor por tratarse
de una fuente primaria de más de 1000 páginas, el grueso de las mismas se
centra en la obra del archiconocido Hernán Cortés pero comienza antes, con la
primera expedición, la de Fernández de Córdoba, en la que ya había tomado parte
Díaz del Castillo. El objetivo de este, al escribir, no fue el de satisfacer
curiosidad alguna, sino defender sus méritos y reclamar la recompensa que a su
juicio merecían, tanto él como sus compañeros de conquista.
Muchas veces ha sido resaltada la ambición desmedida de los conquistadores
españoles y es cierto que la tenían ¿cómo de otro modo podrían haber superado
las adversidades del medio y la hostilidad de los indios? aunque, con todo,
quizás no tanta pues a miles de kilómetros de la autoridad ¿qué les impedía
haberse coronado como reyes, incluso emperadores, de los nuevos territorios que
habían dominado? Más al contrario, en todo momento presentan al rey Carlos I
como autoridad a la que deben obedecer los nuevos súbditos. Los conquistadores
se reconocen como meros representantes. En todo momento está presente el
espíritu de la Reconquista, pero esta vez la monarquía ya no era débil y no
permitió una feudalización de los nuevos territorios.
Para comprender el carácter reivindicativo, es importante recordar que el
modo en que se llevó a cabo el descubrimiento y conquista de las nuevas tierras
se fundamentaba en la iniciativa privada con el permiso del rey, es decir, los
conquistadores por su cuenta y riesgo y corriendo con los gastos, organizaban
las expediciones con lo que una vez obtenidos nuevos territorios esperaban que
el monarca les beneficiase con la concesión de dignidades y cargos.
La prodigiosa memoria de Díaz del Castillo nos llevará desde las primeras
expediciones, pasando por la fundación de la Villa Rica de la Veracruz, la
Noche Triste, Otumba, la toma de Tenochtitlán, hasta las últimas expediciones
de Cortés por Centroamérica y su vuelta a España para reclamar, ante el ya
emperador, lo que consideraba que merecía por los servicios prestados. No
rehúye ningún detalle por escabroso que sea, las tropelías contra los indios,
la esclavitud de los que no se avienen a la paz, las tensiones entre los
conquistadores, los sacrificios de los capturados por los mexicas, etc. Prueba
de esa retentiva portentosa es, por ejemplo, la relación de las batallas en las
que participó o la enumeración con nombres y apellidos de los conquistadores y
el lugar y causa de su muerte.
En definitiva, una obra fundamental para comprender la magnitud de la hazaña de Cortés.
Aníbal
Historia verdadera de la conquista de la Nueva España por Bernal Díaz del
Castillo. Edición de la Real Academia Española con estudio y notas de Guillermo
Serés.