El
judo, hoy deporte olímpico, tiene su origen en el viejo ju-jutsu ya que su fundador, Jigoro Kano, extrajo de sus
principales escuelas los elementos esenciales para la creación de una nueva
escuela de ju-jutsu a la que denominó
judo, pero con una filosofía diferente, basada en dos principios, Seiryoku-zenyo (mejor utilización de la
energía) y Jitakyoei (ayuda y prosperidad
mutua) y con la pretensión de elevarlo por encima del mero fin utilitarista del
ju-jutsu tradicional.
El
ju-jutsu técnicas de lucha cuerpo a
cuerpo sin armas (o en algún caso con armas blancas cortas), formaba parte de las dieciséis o dieciocho artes
marciales (bujutsu) que un samurái de
alto rango debía dominar; las principales eran: el kyujutsu (tiro con arco), kenjutsu
(arte de la espada), sojutsu
(manejo de lanza), bajutsu (equitación).
En el largo periodo de relativa paz que caracterizó el shogunato Tokugawa, la
espada fue el símbolo por excelencia del estatus samurái, solo ellos tenían
derecho a portar dos espadas ya fuera un samurái de alto rango (hatamoto) o el más bajo de la jerarquía
(ashigaru).
Los
samurái o bushi eran una casta de
guerreros (buke) que fue emergiendo
como tal desde el siglo IX, (el término samurái –sirviente-, se documenta por
primera vez en el siglo X); paulatinamente van desplazando de las provincias a
los representantes del poder imperial y convirtiéndolas en feudos bajo la
autoridad de los distintos jefes de clanes guerreros (daimio). Desde finales del siglo XII, gobernaron de facto Japón
cuando el shogun (el caudillo militar más poderoso) Minamoto Yoritomo
convierte, en 1192, el shogunato en derecho hereditario, imponiéndose
definitivamente los buke a la aristocracia imperial (kuge). Son los samurai, oportunamente
ayudados por los tifones, quienes derrotan los dos intentos de invasión de
Japón (1274 y 1281) por el ejército de mongoles y coreanos del emperador de
China Kublai Khan, después de degollar a sus emisarios enviados para requerirles vasallaje.
Del
Emperador (mikado), como símbolo de
la nación, parte la legitimidad y el nombramiento del shogun, pero éste detentaba
el verdadero poder efectivo y, de una
manera absoluta, durante todo el periodo Tokugawa (1603-1968), hasta la transcendental
Restauración Meiji en que desaparece el bakufu
(gobierno militar) y el poder vuelve al Emperador, perdiendo los samurái su
estatus social así como los privilegios de casta entre los que se estaba poder
llevar las dos espadas (katana y wakizashi)
y tener el sumiso respeto de los plebeyos.
Con
el Edicto
de Separación de 1591 de Toyotomi Hideyoshi, el segundo de los grandes
unificadores de Japón, ningún samurai puede ser heimin (plebeyos: campesinos, artesanos, comerciantes), ni ningún
plebeyo puede ser samurai. Anteriormente, en 1588, Hideyoshi había sacado un
decreto conocido con la Cacería de la
Espada, que prohibía tener espada, puñal, arco, lanza, armas de fuego y de
otro tipo a los plebeyos y al clero militar. Con los Tokugawa la
estratificación social se hace mucho más rígida, de tal modo que era muy
difícil, a un samurai de bajo rango (ashigaru,
goshi…), acceder a rango medio (koshogumi,
hirazamurai…) y prácticamente imposible llegar al rango superior de la
jerarquía (gokenin, hatamoto).
Los
samurái observaban un estricto código de comportamiento conocido como bushido (el camino del guerrero),
recogido y escrito por el filósofo neoconfucionista Yamaga Soko en la penúltima década del siglo
XVII. Posteriormente en el Hagakure,
escrito entre 1710 y 1716, se recogen los relatos y meditaciones que un samurai
retirado, Tsunetomo Yamamoto, le hace otro colega sobre el
comportamiento correcto al que está obligado un verdadero samurai: la fidelidad
incondicional a su señor, el sentido del honor, el desprecio a la muerte y la
apología del suicidio, figuran entre sus premisas fundamentales. Tsunetomo
Yamamoto se lamenta de una cierta relajación de las obligaciones de los
samuráis de su época propiciada, en gran parte, por haber desaparecido las
grandes batallas entre daimios debido
a la paz impuesta por los gobernantes Tokugawa.
Un
samurai no solo podía ejecutar a
cualquier plebeyo que le faltara al respeto sino que, por ley, estaba obligado
a ello y nadie podía interponerse. El jesuita Padre Visitador Alejandro
Valignano, escribe en 1583 sobre los japoneses: les importa tan poco matar a un hombre como a un animal, y no solo
matan a un hombre con el mínimo pretexto, sino meramente para comprobar el filo
de las espadas. Si la vaina de su espada rozaba a la de
otro, era una ofensa y motivo de duelo; se caminaba por la izquierda y no había
samurai zurdos; los que nacían con esa condición eran corregidos desde la
infancia. Al final de las batallas, era necesario cortar las cabezas de los
enemigos (kubinejikiro) y
presentarlas al daimio para recibir
las recompensas a que se hubiera hecho
acreedor en función del rango de los muertos.
Cuando
el jesuita Alejandro Valignano llegó a Japón, llevaba un esclavo negro, alto y
fuerte que tenía a su servicio. Su presencia causo una gran sensación entre la
población, nunca se había visto un hombre negro; el caudillo militar más
importante de la época, Oda Nobunaga se interesó por él y después de comprobar
que no estaba pintado, que el color era real, pidió al jesuita que se lo
regalara incorporándolo a su séquito
como una especie de
guardaespaldas; más tarde lo ascendió al rango de samurai y le puso el nombre
de Yasuke; por consiguiente un negro africano fue el primer samurai extranjero.
Los
ronin eran samurai que no tenían
señor a quien servir; normalmente a consecuencia de que su daimio había perdido el feudo en una guerra o caído en desgracia.
Este último caso es el famoso de los 47 ronin que, en 1702, vengan a su amo, obligado
a hacerse seppuku (suicidio ritual) por desenvainar, en un momento de ira,
la espada en el recinto del shogun y herir a otro samurai del bakufu, encargado de su formación en
protocolo, como respuesta a la última de las reiteradas humillaciones que éste
le infligía (era un delito muy grave, que lleva aparejada la confiscación de
tierras y la marginación de sus vasallos). La venganza de los cuarenta y siete
samurai, capitaneados por Oishi Yoshio, se ejecuta después de una paciente
preparación y espera de dos años. Cumplido su deber de venganza y lealtad,
puesta la cabeza del rival en la tumba de su señor, restaurado su honor, son
obligados, de acuerdo con la ley imperante, al suicidio ritual tal como
corresponde a su estatus de samurai.
La
vida de los ronin no era fácil;
obligados a vagabundear, dedicarse al bandolerismo o alquilar sus servicios,
eran temidos por su letal destreza en el manejo de la espada y los desafíos a otros
samurai pertenecientes a clanes eran constantes. Yokoyama, uno de los más
importantes discípulos de Jigoro Kano que junto con Saigo, Tomita y Yamashita,
son conocidos como los cuatro guardianes del Kodokan (shitenno), relata el enfrentamiento, por él presenciado, de un ronin con tres jóvenes samurai de clan: después
de un tiempo de tensa observación entre los contendientes el ronin, en un movimiento de fulgurante rapidez, hiere mortalmente con su
espada a dos de ellos, el tercero salva
la vida mediante una estratégica y poco honrosa huída.
Miyamoto
Musashi es el más famoso de los ronin. Participó en las batallas de
Sekigahara (1600) y en el asedio al castillo de Osaka (1614-1615) al lado de
Toyotomi Hideyori, en ambos casos en el bando perdedor. Viajo por el país
retando a todos los mejores espadachines a los que venció en más de cien
duelos. El más conocido es el legendario enfrentamiento con el maestro de
esgrima Sasaki Kojiro, celebrado en una pequeña isla, al que dio muerte.
Musashi tenía un peculiar estilo de combate, usaba dos espadas (katana y wakizashi) una en cada mano;
fundó su propia escuela de bujutsu Niten
ichi ryu. Escribió en sus últimos años, que vivió como ermitaño, El Libro de los Cinco Anillos, tratado
sobre técnica de combate, estrategia y modo de vida del samurai.
El
impedimento de llevar armas a los que no son del estamento samurai, hace que
surjan grupos de luchadores callejeros (otodokate,
machi-yakko, kyokaku), también con una estructura vertical, que desarrollan técnicas de combate con
elementos tales como el palo, abanico de hierro, pipa, instrumentos de trabajo
etc., denominadas artes marciales menores o secundarias; así como métodos de lucha cuerpo a cuerpo para
poder enfrentarse a los arrogantes samurai. La evolución del ju-jutsu debe mucho a las aportaciones
de estos luchadores cuya importancia social fue creciendo a medida que
declinaba el sistema feudal en las últimas etapas del periodo Tokugawa.
La
llegada, en julio de 1853, a la bahía de Edo (Tokio), de dos fragatas de vapor
y dos buques de vela estadounidenses bajo el mando del comodoro Matthew Calbraith
Perry, para forzar a Japón abrirse al comercio internacional y salir del
aislamiento en que se encontraba desde 1635, supone un hecho capital en la historia de Japón y el principio del
fin de los samurai como casta. La debilidad del bakufu, para afrontar este desafío, debido al atraso tecnológico
industrial y militar en que se encontraba Japón por tantos años de aislamiento y la claudicación a las exigencias
extranjeras, plasmadas en los Tratados
Desiguales, provocan una gran convulsión social seguida de una guerra civil (1868-1869), que finaliza
con la derrota del shogun y sus partidarios; la asunción plena del poder por el
Emperador e importantes cambios políticos y sociales, conocidos como la
Restauración Meiji.
La
Restauración Meiji trae consigo una reforma de profundo calado en la vida
japonesa. Desaparecen los señores feudales (daimio)
y sus feudos se convierten en prefecturas (ken) mandadas por gobernadores de nuevo nombramiento; se
introduce el yen que sustituye al ryo;
se promulga, una nueva clasificación social: kazoku (aristócratas y daimios). shizoku (samurai). heimin
(campesinos, artesanos, comerciantes); se deroga la prohibición de venta de
tierras; se establece el servicio militar obligatorio y se
crea un Ejército Imperial; se adopta el Calendario Gregoriano; los plebeyos son
autorizados a llevar apelllidos y se prohíbe a los samurai portar espadas,
principal signo distintivo de su estatus social.
Muchos
samurai, que no aceptan los cambios que los destruyen como casta, capitaneados
por Saigo Takamori, que había sido uno de los principales artífices de la caída
del shogunato, se alzan a principios de 1877 contra el gobierno Meiji, formando
un imponente ejército de 42.000 samurai que marchan sobre Tokio. Las fuerzas
imperiales, provistas de modernas ametralladoras, se enfrentan a ellos y los
derrotan en la batalla de Shiroyama (septiembre de 1877). Saigo se suicida (seppuku), del modo habitual que
prescribe el bushido, y con él mueren
definitivamente los samurai como casta.
Con
la Reforma Meiji, Japón pasa del feudalismo a convertirse, en pocos años, en una
potencia con peso en el concierto de las naciones modernas; pero a partir de
1880 la fascinación por Occidente va dejando paso a una fuerte reacción contra
la influencia extranjera. Con la publicación en 1899 de Bushido. El alma de Japón de Inazo Nitobe, un japonés residente en
Filadelfia, resurge el espíritu samurai que ahora es extensivo a todo el pueblo
japonés y que se pone de manifiesto, sobre todo, en sus combatientes
durante la Segunda Guerra Mundial, con
trágicas consecuencias para sus enemigos y de manera especial para los propios
japoneses que, al final, en palabras de su Emperador, deben “soportar
lo insoportable” y aceptar la rendición. Muchos de ellos, en el más
genuino espíritu del bushido,
prefieren el suicidio.
La primera edición en español del libro
de Nitobe fue en 1908 como Bushido el
corazón del guerrero (publicada por el editor Daniel Jorro y traducida por
Gonzalo Jiménez de la Espada). El teniente coronel Millán Astray conoce esta
edición y se inspira en ella para, en
1919, crear y forjar el carácter de la
Legión Española, legendaria fuerza de asalto del Ejército Español.
Japón perdió la guerra pero lo que
quedaba del bushido, ahora transformado –más en la forma que en el
fondo- en estoicismo, disciplina, sentido del deber y patriotismo fueron los componentes fundamentales que explican
su asombrosa recuperación posterior y la conquista, esta vez sin bayonetas, de
un lugar destacado entre los países de mayor desarrollo económico.
Rokudan.