Poco que ver con un niño bien de la Moto GP, Joey Dunlop (1952-2000) siempre volaba con su casco amarillo y su mono usado, y bien sudado. Fue el héroe del Tourist Trophy de la Isla de Mann, un trozo a medio camino entre Irlanda, Escocia e Inglaterra. Un circuito "urbano", cuya tradición se remonta a 1907 y cuya voracidad suma 180 muertos. Él la gano en 26 ocasiones, a veces después de monumentales borracheras, a veces pilotando a ciegas a 200 por hora. Incluso intentó hacerlo en muletas cuando estuvo lesionado, en 1989. Joey era así, tenía su propio pub para alcoholizarse con los clientes. También era capaz de coger su furgoneta y conducir hasta Bosnia, Rumanía o Albania para repartir comida y ropa. La edad y sus cinco hijos no consiguieron domarle. Su destino parecía escrito para morir en alguna curva dentro de los 572 kilómetros cuadrados de Mann, su carrera fetiche. Terco destino, falleció en otra carrera perdida de Estonia, donde se estrelló contra un árbol. Loco norirlandés.
Publicado en La Región (02-04-2007)