SIGUE SOÑANDO


Dice la leyenda que Polínexa, madre de Alejandro Magno, soñó que su hijo había sido engendrado por el mismísimo Zeus. El nacimiento coincidió con la victoria de su marido, Filipo de Macedonia, en la carrera hípica de los Juegos del 256 a.C. En honor a tal triunfo, Polínexa cambió su nombre por el de Olimpia. Su sueño se cumplió. Alejandro fue el Zeus del mundo conocido entonces. Un infatigable conquistador. El deporte es hoy lo más parecido a la guerra y sus figuras los nuevos mitos de nuestra era. Soñemos.

Legend say that Polínexa, mother of Alexander the Great, she dreamed that her son had been fathered by Zeus. The birth coincided with the victory of her husband, Philip of Macedonia, in the horse race of the Games of 256 BC. In honor of this victory, Polínexa changed her name to Olympia. Her dream was fulfilled. Alexander was the Zeus of the then known world. An indefatigable conqueror. The sport is now as war and his figures the new myths of our era. Let's dream.

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martes, 4 de agosto de 2009

EL HARAKIRI DE KOKICHI TSUBURAYA


En el Japón, la muerte es siempre más soportable que el deshonor. Kokichi Tsuburaya (1940-1968) era un excelente maratoniano, preparado con paciencia y disciplina oriental para honrar a su país en los Juegos Olímpicos de Tokio, en 1964. Después de 42 kilómetros de sufrimiento y una trepidante carrera, Kokichi entró en el estadio en segundo lugar, detrás de la inalcanzable leyenda etíope, Abebe Bikila. Pero fue superado en los últimos metros por el inglés Heatley, ante de su público. Una humillación personal. Ni el bronce ni las felicitaciones por su esfuerzo le consolaron. "He avergonzado a mi país públicamente y sólo obtendré su perdón si gano el Maratón de México 68", llegó a confesar a un compañero. Obsesionado, se sometió a un plan de preparación inhumano, aislado de novia, amigos y familiares. Tal exceso de carga física y mental le provocó dos severas lesiones, en 1967. Recuperado, más por el deber que por el sentido común, retomó el entrenamiento espartano. Dos meses después comprobó, desesperado, que sus piernas flojeaban. Estaban rotas, saturadas. Se negaban a obedecer su cabeza. Competir, ya no ganar, era imposible. No pudo soportar el golpe ni confesar su debilidad a nadie. Una noche de enero de 1968 se cortó la arteria carótida, aferrado a su medalla de bronce de Tokio. "No puedo correr más", dejó escrito. Fue una cuestión de Honor.

Publicado en La Región (07-04-2008)