Inmersos sin remisión en el circo electoral, los medios de comunicación patrios se empeñaron en presentarnos el "debate" (sic) entre Rubalcaba y Rajoy como el acontecimiento clave de la próxima Era, una confluencia de genios que podría cambiar nuestro destino, como bien diría la docta Leire Pajín.
Al final, el debate se convirtió en un frontón con dos mítines, con la cara habitual de despistado de Mariano y los argumentos de patio de colegio -ya equiparables a los de la Universidad- de Rubalcaba. Froid -y no Freud- resumiría este choque de titanes en que al líder socialista le traicionó el subconsciente, tratando ya de futuro presidenta a su rival. Fue un espacio encorsetado, con temas pactados -pura partitocracia- y puesta en escena tan supérflua como barroca. Por mucho que Manuel Campo Vidal saliese del estudio como si hubiese moderado un Churchill-Hitler o un Nixon-Kennedy.
¿A cuánto ascendió la factura de la broma? Según la mayoría de cálculos a nada menos que 600.000 euros. Sólo con la merienda se merendaron 20.000. Estos dispendios son los que ayudan a ganar votos. Pues a Elena Valenciano mejor le vendría ponerse a dieta.
Al final, el debate se convirtió en un frontón con dos mítines, con la cara habitual de despistado de Mariano y los argumentos de patio de colegio -ya equiparables a los de la Universidad- de Rubalcaba. Froid -y no Freud- resumiría este choque de titanes en que al líder socialista le traicionó el subconsciente, tratando ya de futuro presidenta a su rival. Fue un espacio encorsetado, con temas pactados -pura partitocracia- y puesta en escena tan supérflua como barroca. Por mucho que Manuel Campo Vidal saliese del estudio como si hubiese moderado un Churchill-Hitler o un Nixon-Kennedy.
¿A cuánto ascendió la factura de la broma? Según la mayoría de cálculos a nada menos que 600.000 euros. Sólo con la merienda se merendaron 20.000. Estos dispendios son los que ayudan a ganar votos. Pues a Elena Valenciano mejor le vendría ponerse a dieta.
Todas las cadenas españolas emitieron el frontón, a excepción de Telecinco. La cadena amiga optó por una sesión de CSI. Extrañó que descartasen opciones más jugosas como un especial "Así mataron a Ylenia" o, en su defecto "El lado más oscuro de Rajoy y Rubalcaba", con declaraciones de amigos, exparejas -si las hubiere- y miembros del servicio doméstico. Poco ojo. Con lo prestos que estuvieron entrevistando a la madre del "Cuco", otra muestra de la mejor telebasura de calidad. Varios patrocinadores se dieron de baja en protesta por el contenido del programa. ¿Pero qué esperaban de Telecinco?
Han puesto el grito en el cielo porque los políticos querían acceder a los contenidos de los informativos de Radio televisión española, la de todos. Ah ¿es que no los controlaban? ¿tampoco las Autonómicas? A ver si resulta que Ana Blanco es ahora la redactora del Telediario.
CINEFOBIA
El Incidente
No sabemos si es más grave pagar por ver esta película en el cine o que el gobierno la emita por el ente público, el de todos, el que nadie manipula. La trama inicial no es mala -un misterioso virus provoca el suicidio de todo ser humano, incluido Al Gore, en la costa Este de los Estados Unidos- pero el desarrollo y el final es como si Hitchcock cediese la dirección de las últimas escenas de "Los Pájaros" a Almodóvar. El manchego convertiría a Rod Taylor en un transexual sodomizador de aves y a Tippi Hedren en una prostituta de carretera. Al director de este despropósito le sucedió algo similar. Tenía una cierta llama para mantener el interés y la apaga con cubos de agua fría, dejando congelado al espectador. El virus termina porque sí, sin dar mayores explicaciones y vuelve a aparecer en otra ciudad para asegurar a la productora una segunda parte. Esto sí que es un incidente. Por fortuna nadie se ha atrevido a continuar.