Entre
el miserable nivel de las cadenas de televisión destaca, en el último lugar,
las propiedad de Mediaset –especialmente Telecinco y Cuatro- donde se emite la
basura más nauseabunda, sólo apta para un público borreguil y cateto, de
encefalograma plano. La primera de ellas tuvo en su parrilla nocturna el
espacio ‘La Noria’,
que alcanzó las cotas más bajas de la degradación el día que emitieron una
deleznable entrevista con el ‘Cuco’, el acusado del asesinato y de la
ocultación del cadáver de la tristemente famosa Marta del Castillo, convertido
en estrella televisiva y rebelde romántico.
Quienes
la vieron como si tal cosa no tienen remedio y merecen algo similar en sus
propias carnes. Pero, por fortuna, todavía existe gente decente en este país.
Un bloguero llamado Pablo Herreros, escandalizado por el espectáculo, se
propuso terminar con este engendro. Pedir a la masa sedienta de morbo apagar el
interruptor era un gesto tan utópico como inútil, así que Herreros reclamó a
los patrocinadores que financiaban el programa la retirada en señal de
protesta, además del boicot de los consumidores a los que se mantuviesen en
antena, esclavos de la audiencia.
La
campaña tuvo un gran éxito, hasta el punto que muchas marcas –por propia
voluntad y por dignidad, o presionados por la opinión pública- retiraron su
dinero y ‘La Noria’
se fue por fin al garete, allá por 2009, siendo sustituido por un sucedáneo ‘light’
llamado ‘El gran debate’.
Tres
años después, ‘Telebasura’ exige a Herreros una indemnización de 3,7 millones
de euros en los tribunales y tres años de cárcel por daños y perjuicios
ocasionados por su campaña. Sobre los daños causados a la familia de Marta del
Castillo no tienen nada que declarar. Bien podrían exigir los padres la
demolición de Mediaset y cien latigazos para los autores del programa.
La respuesta no se ha hecho esperar en
Internet. Muchas personas abogan por boicotear todo producto que se anuncie en
esos programas si no retiran la querella. Ahí les duele. La pela es la pela. Nosotros
nos sumamos a esta protesta, aunque seamos una hormiguita en un desierto.
Insignificante sí, pero nunca una más de la masa adormecida.