Antes de la aparación del tan grandioso como irascible Bobby Fischer, existió un genial ajedrecista ruso llamado Alexander Alekhine (1892-1946). Desde la cuna, Alexander sólo heredó lo peor de su poderosa familia. Un carácter insoportable, ególatra, patológicamente solitario y enganchado al alcoholismo, por vía materna. En la I Guerra Mundial fue encarcelado por los alemanes, contrayendo la escarlatina en la celda. Tras su liberación, la Revolución Soviética lo detuvo y confiscó sus posesiones. Nadie supo como pudo escapar a Francia de un dudoso futuro. Allí se nacionalizó y proclamó campeón del Mundo, en 1927, derrotando a un confiado Capablanca. No terminaron aquí sus peripecias. En la II Guerra Mundial lo detuvieron los nazis para realizar exhibiciones. Este "colaboracionismo" fue sancionado con la pérdidad de su título, una vez caído el régimen de Hitler. Casado en cuatro ocasiones, sólo pareció querer de verdad a su inseparable gato "Chess". Esclavo del alcohol, en pocas ocasiones logró atravesar épocas de abstinencia, coincidiendo con las revanchas concedidas, en 1935 y 1946. No llegó a la última. Un infarto lo fulminó cuando se preparaba, ilusionado, en un hotel de Estoril.
Publicado en La Región (19-05-2008)
Publicado en La Región (19-05-2008)