"Con este chico siempre hay un pero", se decía en la NBA estadounidense. Isaiah Rider (Oakland, 1971) fue otro prometedor jugador de baloncesto con un talento ilimitado para buscarse problemas. Llegó a la competición en 1993, ganando 11 millones de dólares por temporada y el espectacular Concurso de Mates -pasándose el balón bajo las piernas antes de clavarla en el aro-. Papel mojado, todo perdido por su loca cabeza, por pegarse y escupir a los aficionados, por jugar con las drogas y con armas de fuego. Por llegar al extremo de amenazar de muerte a compañeros, o despreciar todas las oportunidades para ganar un título -lo tuvo en sus manos en Los Ángeles- y exprimir sus prodigiosas condiciones para el baloncesto. En 2002 decidió dejar su carrera, a los 30 años. "No necesito trabajar porque me sobra el dinero", declaró. Seis años después no le queda un dólar en la caja, "invertidos" en sospechosas finanzas y fianzas varias. Quizá, como resultado de tantos disgustos, su madre cayó en un coma irreversible, en 2007. "Sólo quiero salir de la cárcel y hacerle un funeral digno", imploró, muy afectado. Pronto regresó, detenido por posesión de drogas, secuestro y robos diversos. No tiene remedio. Rider era muy, muy bueno, pero siempre hubo un "pero".
Publicado en La Región (06-10-2008)