Los medios de comunicación deportivos españoles están encantados con el actual entrenador del Real Madrid de fútbol, el portugués José Mourinho (Setúbal, 1963). A Mourinho le precede un palmarés excepcional. Es un entrenador muy preparado, decidido, un excelente motivador capaz de transmitir a sus pupilos y afición una fuerte y ganadora personalidad.
Una de sus principales estrategias consiste en crear un foco de atención ajeno a sus jugadores, librándoles de la presión habitual de la prensa y la grada, que recae de forma íntegra sobre sus hombros. Mientras periodistas y aficionados discuten sobre el buen o mal estado del césped del Bernabéu, si Mou debe entrenar o no a Portugal, si fue expulsado injustamente o no; su equipo va superando objetivos centrándose en ganar partidos.
Pero la estrategia tiene riesgos y no siempre sale bien. hace unos días, en víspera del Gijón-Madrid, el luso hizo unas gravísimas declaraciones contra su colega Manuel Preciado. Insinuó que se había dejado perder en el partido del Sporting contra el Barcelona, lo cual además supone un insulto para los reservas del equipo asturiano. Preciado mordió el anzuelo y dobló la apuesta, llamando "canalla" al portugués y retándole a presentarse en el Molinón, cual matón portuario. Mourinho ya había puesto el tenderete. Los medios, favorables y hostiles, se frotaron las manos, una vez más.
La broma pudo costar muy cara. El Real Madrid ganó un partido que por momentos se puso imposible e incluso pudo costar alguna lesión grave de algún jugador importante. El rival salió más motivado y dolido de lo que ya se esperaba, empleándose con una especial saña. Ese impulso extra fue suministrado, de forma indirecta, por el entrenador especialista en desviar la atención sobre sus jugadores. Provocó que el rival superase sus propias limitaciones para rendir por encima de su nivel.
Por si fuese poco, al término de partido y según diversos testimonios, ambos técnicos protagonizaron un bochornoso episodio en el aparcamiento del estadio. Uno gesticulando con los dedos y otro arrojando una botella al autobús del rival. Lamentable. Al igual de la posición de ambos clubes, defendiendo a sus entrenadores a capa y espada o, lo que es más sonrojante, el papel de los medios de comunicación, quienes en lugar de censurar a los protagonistas, en base al sentido común y la responsabilidad, se han dedicado a tomar parte por uno de ellos. ¡Qué país!
Bonito ejemplo para los niños, quienes hoy en su mayoría prefieren ser futbolistas a médicos o arquitectos. Bonito ejemplo para los aficionados, incitándoles a comportarse como borregos en la grada. Bonita muestra de lo que era un club reconocido por su señorío y saber estar, llamado Real Madrid.
Antes, semejante comportamiento merecería una llamada al orden inmediata. Ahora, necesitados de victorias, todo lo que haga Mourinho está bien. Actitud sorprendente cuando hace unos meses su antecesor en el cargo era vilipendiado por cualquier razón, ajena o no a su cometido. Ser competitivo, ganador, agresivo, no está reñido con el saber estar, la nobleza, la educación, la imagen que un club tan grande como el Real Madrid debería cuidar.