"Sólo era un niño grande que necesitaba cariño", resumió sobre él uno de sus entrenadores. El ilerdense José Cano López "Canito" (1956-2000) pudo ser el jugador total, pero terminó como alma sin rumbo. Perdió a su padre a muy temprana edad, siendo abandonado por su madre en un internado. A los 14 años se escapó, para crecer y sobrevivir entre la delincuencia de la profunda Barcelona. Poseía sólo un talento, el fútbol, que le llevó al Español, a hacer un globo al mismísmo Johan Cruyff, a la selección española. También poseía un carácter indomable, anárquico, que le enfrentó a todos sus entrenadores; verdadera razón para que jugase en seis equipos durante apenas 10 años. Ese demonio interior le llevó a gastarse los 40 millones de pesetas de su traspaso al Barça en coches, trajes de 250 mil pavos, perros de las más diversas razas, en el mantenimiento de cuatro pisos en la ciudad Condal o en regalos de cinco ceros a los "amigos"... Todo ello sin renunciar a su origen y pasión "periquita" y celebrar los goles españolistas ¡con la camiseta blaugrana! Su compañero, el Lobo Carrasco, recordaba que Canito jugaba en el Nou Camp con la blanquiazul por debajo. A los 30, la edad de la madurez de otros, Canito se plantó. Arruinado, fracasado su matrimonio, cayó en la droga y en la más absoluta soledad. Vagando por las Ramblas como un mendigo más. Añorando, quizá, un abrazo y más de un azote paterno.
Publicado en La Región (05-05-2008)
Publicado en La Región (05-05-2008)