El jugador estadounidense de fútbol americano Sean Taylor (1983-2007) no parecía hijo de policía. Tras firmar un contrato de 18 millones de dólares en la liga profesional NFL comenzó a protagonizar incidentes: fiestas sin freno, detenciones por conducción ebria, multas por vulnerar las normas de la competición -incluído un escupitajo a un rival- 18 meses de libertad condicional por liarse a tiros en plena calle... Una prometedora carrera. En el año 2006, el nacimiento de su hija Jackie causó un cambio radical en su comportamiento. De díscolo y pendenciero pasó a ser padre ejemplar y orgulloso. No pudo disfrutar mucho su nueva vida y privilegiada posición. El 27 de noviembre de 2007 cinco jóvenes, de edades entre los 16 y 20 años, asaltaron por la noche su casa de Miami. Sean dejó mujer e hija bajo la cama y salió al encuentro con un machete, sus 1,88 metros y 95 kilos de puro músculo. Un disparó le perforó la arteria femoral, los ladrones huyeron y él quedó desangrándose en el suelo del salón, mientras su familia temblaba escondida, sin saber su situación. Cuando se percataron, ya era tarde. Falleció en el hospital, justo cuando ansiaba vivir más que nunca.
Publicado en La Región (22-09-2008).
Publicado en La Región (22-09-2008).