¿Hasta dónde hubiese llegado el piloto brasileño Ayrton Da Silva Senna (1960-1994) si no se hubiera estrellado en aquella maldita curva del Circuito de Imola? Senna poseía un talento y carisma únicos para la Fórmula Uno. El talento lo forjó en los Karts, donde aprendió a deslizarse sobre mojado como los mejores lo hacían en seco. El carisma le permitió ganar tres títulos antes de su muerte, mantener un duelo fraticida -prefiriendo el choque a la derrota- contra su gran rival Alain Prost y un debutante apellidado Schumacher. Llegó a asegurar que tenía hilo directo con Dios, con quien hablaba en algunas carreras. La muerte el día anterior del piloto Ratzenberger le hizo reflexionar sobre si correr o no en Italia aquel primero de Mayo. Lo hizo. Tomó la curva de Tamburello a unos 307 kilómetros por hora, perdió el control y se estrelló contra el muro, siendo atravesado por un brazo de la suspensión de su Williams-Renault. Sobrevivió cuatro horas. Quizá era tan bueno que Dios no pudo esperar más para llamarle ante su presencia.
Publicado en La Región (05-02-2007)