Lo describen como un "George Best sin cerebro". Paul Gascoigne (Newcasttle, 1967) parecía un brasileño con el balón por el césped, pese a su pinta de inglés cervecero y broncas. Las apariencias no engañaban en este caso. Gascoigne se ha pegado con desconocidos a altas horas de la madrugada, con famosos -el músico Liam Gallagher el último- también a altas horas de la madrugada, con periodistas y con mujeres. Su comportamiento incontrolable, alguna que otra lesión producto de su baja forma y su adicción al alcohol fundieron su talento y su prometedora carrera. Dos imágenes la marcan: la monumental bacanal celebrada durante una concentración de la selección inglesa en La Manga y aquella expulsión en la semifinal de Italia 90 contra Alemania, por dos tarjetas amarillas. Llorando cual bebé tras comprender la ocasión perdida, porque nunca más llegó a disputar otro Mundial. Depresivo, afirmó haber pasado seis semanas como un zombie, anestesiado con cocaína. Ya sin fútbol en sus piernas, sus contínuos intentos y anuncios de rehabilitación terminan en recaídas cada vez más preocupantes. Siguiendo los mismos pasos del gran George Best hacia el abismo.
Publicado en La Región (12-02-2007)