El deporte está plagado de héroes, y de villanos muy a su pesar. El futbolista colombiano Andrés Escobar (1967-1994) pagó con su vida el gol en propia puerta que eliminó a su país en el Mundial de Estados Unidos. 10 días después, ya en su Medellín natal, un tal Humberto Muñoz le metía 12 balas entre pecho y espalda, tras espetarle: "Gracias por tu gol". Escobar estaba considerado como un caballero del deporte, sobrio, respetable. Pero nada es respetado en una Colombia sin ley. Algunos argumentaron el asesinato por un tema de apuestas; otros, lo achacaron al eterno enfrentamiento entre el clan de la droga de Medellín, dueño del equipo donde jugaba Escobar, contra el clan de Cali, dueño del club rival, el América. Pocos esgrimieron un arrebato de furia del propio Muñoz, delincuente y matón en su vida cotidiana. 120 mil paisanos acudieron al entierro, exigiendo justicia a las autoridades. La emoción del momento. El asesino salió libre de la cárcel en 2005, y las escuelas creadas por la familia Escobar en su recuerdo se cerraron poco después, por la falta de apoyo.
Publicado en La Región (22-10-2007)