Una persona muy cercana -llamémosle Crispi- me envía un correo con este descriptivo reportaje sobre la Exposición de Arte (sic) Contemporáneo ARCO. No soy partidario de estas noticias en las que el periodista en plan Indiana Jones y con gran afán de protagonismo burla las normas de seguridad y pone en evidencia lo que muchos opinamos desde que tenemos uso de razón, pero es una prueba de la vacuidad de ese nada complejo mundo del Arte, en donde proliferan un incontable número de caraduras y cantamañanas.
No cometeremos la torpeza de meter a todos los artistas en el saco, pero lo cierto es que existe una buena parte de mediocres emborronadores de lienzos, de bohemios creadores de nula imaginación y menos técnica; de pretendidos artistas cuyo discurso es una lista de artificios y palabras huecas, con el objetivo de engatusar a ingenuos con ínfulas de intelectuales. No podemos obviar a cierta crítica, asombrosamente establecida, con poder al parecer divino para dictar qué es una obra de Arte. Un gremio también extensible al cine, cuya razón de ser es alabar todo lo que no gusta a la mayoría, no sea progresista o pretendidamente transgresor, o -muy importante- realizada por sus colegas.
No es extraño que un lienzo manchado por niños de guardería pudiese alcanzar el precio de 15.000 euros en ARCO, como vemos en el vídeo. Puedo aportar dos casos más. En una exposición de Santiago de Compostela, a un afamado artistiña se le ocurrió que una lechuga cuidadosamente colocada sobre una caja blanca era una instalación que reflejaba la simplicidad de nosequé y bla,bla,bla. Bien, tan magna obra duró apenas una noche. El tiempo que tardó en verla una señora de la limpieza con mucho sentido común, quien pronto entendió que una lechuga podrida debía estar en la basura (y su mentor trabajando en algo provechoso).
Otro suceso similar tuvo lugar en Estocolmo hace ya varios años. El comisario de una importante Exposición anual e Internacional se quedó sin varios cuadros -no recuerdo si por no satisfacer los caprichos o por la informalidad de los artistas y sus representantes-. Harto, o desesperado por la situación, pidió a unos humildes obreros -de esos dedicados a apuntalar o sujetar las obras más grandes- que pintasen a su gusto un buen número de lienzos. Ni corto ni perezoso, repartió todas las obras por la exposición, mezclándolas entre las "verdaderas". Fue un éxito multitudinario de público y crítica, con entusiastas artículos y muchas ventas. Hasta que se descubrió el fraude, convirtiéndose de repente en un escándalo monumental. "¿Y quién dice qué es el Arte después de lo sucedido?", se excusaba el comisario ante los medios.
El Arte, el Cine... y la Cocina. Otro campo con un número importante de ilusionistas y atracadores. Sobre este ámbito les remito en enlace escrito por Demetrio Peláez, un campechano columnista de "El Correo Gallego" al que merece la pena leer, porque llama a las cosas como son. Algo que nunca está de más en el complejo mundo del Arte.
"Hartos de los carotas del Arte"
(Demetrio Peláez, 21-10-2008)