Policarpo Díaz Arévalo (Madrid, 1968) representa el perfil típico del boxeador sin cabeza: origen humilde -siete hermanos, padre alcohólico, escasos estudios y carne de la calle-, ascenso al estrellato fulgurante -ocho veces campeón europeo del peso ligero, corazón indomable en el ring en sustitución de su pobre técnica, con una ignorancia insultante pero enternecedora entre la afición- y descenso al infierno -tras la derrota contra Whitaker en 1991, incrementó su insostenible tren de vida en una carrera cuesta abajo. Pegó a policías, familiares, famosos y desconocidos. Apodado el "Potro", se comportó como un auténtico pollino. Se adentró en el cine porno para levantar su economía, pero ya estaba dominado por otro caballo, tan salvaje como él. Las imágenes junto a las jeringuillas en el descampado de La Rosilla parecían su ocaso. Lo cierto es que nadie le tumbó en el cuadrilátero y una vez más se levantó en la calle. Rehabilitado, recientemente fue castigado por ¡salvar a un anciano de un atracador! (algo que sólo sucede en España). Ahora trabaja en la construcción el que un día devolvió al país el interés por el boxeo.
Publicado en La Región (08-10-2008)