Todos los momentos son históricos, pero hay fechas especialmente marcadas en los libros. A nosotros nos ha tocado vivir algunas de esas que indican el cambio de una Era: caída del Muro de Berlín, desintegración soviética, auge del integrismo islámico, 11 de septiembre, 11 de marzo, etc...
La victoria electoral del primer presidente negro de Estados Unidos, Barack Obama, es otro acontecimiento clave. Un hecho impensable, no sólo hace un año, podría asegurarse que incluso después de su ¿sorprendente? victoria en las primarias del partido Demócrata, contra Hillary Clinton.
Recuerden. Los negros llegaron a América allá por el siglo XVI, vendidos en África, en muchas ocasiones por sus propios hermanos, a los traficantes blancos. Almacenados en las bodegas de los barcos como sardinas en lata, sólo los mejores alcanzaban el Nuevo Mundo (selección natural y razón por la que hoy disfrutamos de excepcionales atletas allende los mares). El negro estaba considerado en la época como un animal más. El hoy reconocido luchador por los derechos de los indios, el Padre Bartolomé de las Casas, los propuso como carne de cañón para sustituir a los indígenas americanos. El Indio tenía alma y fue protegido (las Leyes de Burgos de 1512 son la Primera declaración de Derechos de un ser humano); el negro, podía ser esclavizado.
La esclavitud, costumbre habitual en la vieja Europa, pervivió hasta finales del siglo XIX. Las grandes discriminaciones en los Estados Unidos hasta el XX. Hoy en día, cualquier persona con talento y/o trabajo -repito, con trabajo y/o talento- puede prosperar en ese inmenso país, con independencia de su origen. Los ejemplos son muchos en el mundo de las Artes y del deporte, ámbitos donde los negros destacan especialmente.
Obama es el ejemplo en la política, ha sido el primero en llegar a la cumbre, pero no en alcanzar un puesto relevante. Thurgood Marshall fue el primer Juez negro en ingresar en la Corte Suprema (1967); Colin Powell, además de bailar la "Macarena" fue el primer Secretario de Estado o mano derecha del presidente (2001), Condoleeza Rice la primera mujer y negra (2005). Estos últimos, pertenecientes al Partido Republicano, que algunos "intelectuales" de aquí identifican con la extrema derecha.
El ascenso de Barack Obama, aunque fulgurante, ha sido de forma natural. Sin revoluciones ni violencia. Reconocido por sus partidarios y sus rivales. Sin necesidad de recurrir a la queja perpétua del racismo. El sistema estadounidense es muy criticado por la progresía mundial, que debería preguntarse ahora: ¿Sería posible un presidente gitano en España? ¿O un presidente negro en el País Vasco? ¿O un argelino en Francia? ¿O un rumano en Italia?
Nunca sabremos las razones ni la composición exacta de sus votantes. Me resisto a creer que los negros más radicales y los hispanos le hubiesen confiado su papeleta. Los primeros identifican a Obama como un "Tío Sam", un negro bueno que baja la cerviz y quiere ser como los blancos. Quien conoce a los segundos, sabe de su mala relación con el black power, además de la preferencia de los emigrados políticos (cubanos, venezolanos...) por los Republicanos. La mayoría de los analistas, en su euforia -así es el periodismo, siempre objetivo- no han reparado en que el "afroamericano" Obama perdió contra el "euroamericano" McCain en los Estados del profundo sur y el medio Oeste: Alabama (61% republicana), Arizona (54%), Arkansas (59%), Texas (55%), Lousiana (59%), Mississippi (57%), Georgia (52%), Carolina del Sur (54%), Kansas (57%), Utah (63%), Kentucky (58%), Oklahoma (66%), Wyoming (65%) o Tennesse (57%). La meritoria victoria en Florida fue por un 1% del electorado.
Me encamino a pensar que su gran granero de votos procede de los descontentos por la mala situación económica de ambos partidos, de los jóvenes y de las mujeres. El porte físico y las cualidades de orador de Obama han calado en el público. Además, su historia personal es la viva imagen del sueño americano -así como McCain encarnaba al héroe de guerra- a la que muchos se aferran. Es ese aire fresco que parecían reclamar gran parte de los ciudadanos, si bien el cambio por el cambio no sea una decisión muy razonable.
¿Qué podemos esperar del nuevo presidente? Las palabras y las intenciones pueden ser muy bonitas, pero una vez tome asiento en la Casa Blanca debe poner los pies en la alfombra y gobernar una nación, más bien un continente, de 300 millones de habitantes. El faro actual de la civilización occidental, por encima de una acomplejada y timorata Unión Europea. La verdadera pasta de este fenómeno se comprobará en los malos momentos -ya lo son- cuando se vea obligado a soltar algún pepinazo para afrontar los retos que se avecinan. Ahora todo el mundo es obamista, veremos en el futuro. "Yes, Can We?" es la incógnita.
Su papel puede ser clave para integrar a la comunidad negra en el sistema estadounidense. Pese a la imagen de crisol de culturas y a los progresos legales durante las últimas décadas, gran parte de la juventud de color no prospera y se queda por el camino, siendo el mayor poblador de las cárceles del país. Obama puede optar aquí por dos posturas. Recurrir al victimismo y enfrentar más si cabe a los extremos o adoptar la actitud del padre comprensivo pero exigente ante sus hermanos de raza. El actor Bill Cosby es uno de los máximos representantes de esta corriente, enfrentado a muchos grupos sociales desde que denunció los males de su comunidad e instó a los jóvenes negros a dejar de quejarse y ponerse a trabajar. Una opinión que le ha granjeado el odio de los más radicales o promusulmanes. Véase el discurso original en el siguiente enlace (se puede traducir a través de google):
Son muchos los retos. Confiemos en que Barack Obama posea el carisma y el sentido común de los grandes estadistas de la Historia para dirigir su país, hoy epicentro del mundo libre y desarrollado. El destino de los Estados Unidos es el destino de nuestra cultura occidental.
Segunda parte del discurso de Obama en Chicago