¿Han robado a Rudy Fernández en el Concurso de Mates de la NBA? El excelente papel de nuestro compatriota en Phoenix quizá ha hecho desvariar a algunos especialistas y muchos aficionados al baloncesto en general y a la NBA en particular. El orgullo por ver a nuestro Rudy competir contra los mejores especialistas no evita el reconocer que necesitaba subir un escalón más para llegar a la final.
Analicemos sus mates. El primero contiene una enorme carga de nobleza, de respeto y recuerdo por el pasado. Rudy se quitó su camiseta y descubrió una réplica con el número 10 del malogrado Fernando Martín (mala réplica, porque recuerden que el propio Fernando exigió y logró en su momento el acento en la "i"). Lo importante era el detalle, que seguro emocionó a millones de españoles y muy especialmente a su familia. Ha causado mucho malestar que el comentarista de la televisión estadounidense, Kenny Smith (a quien probablemente le robaron el concurso de Mates de 1990 en Miami, en favor de un Dominique Wilkins sin alma ni sentimiento) afirmase que el gesto era en favor del cantante Ricky Martin (claro, no leyó el acento). Lo cierto es que si pretendemos que el público estadounidense recuerde al español Fernando Martín, quien jugó 24 partidos con Portland en la temporada 1986-87, vamos por mal camino.
Retomemos. Restando la carga emocional, nula en un jurado que sabe de la liga ACB lo que el españolito de a pie de la Major League de Béisbol, el primer mate no tiene más dificultad -pongámonos en la piel de Rudy- que acertar con el tablero enviando la pelota por detrás de la espalda en una buena situación para machacarla a una mano. No se si el 42 sobre 50 es poco, pero en mi opinión no supera cualquiera de los mates realizados por Davis, Robinson o Howard en esa primera ronda.
Segundo mate. Una maravilla con la colaboración de Pau Gasol. Remonta la línea de fondo, recibe el balón rebotado en la parte opuesta del tablero y la mete a aro pasado. Coordinación, control corporal y máxima extensión del brazo. Gran plasticidad y efecto estético. Un buen póster, sin duda. ¿Error? Pau y Rudy consumieron el tiempo disponible. No lograban coordinarse. La organización les permitió un intento más y -bravo por el riesgo- lo completaron. Nuevo 42, sin duda muy bajo. Pero quien haya visto más concursos sabe que la suma de continuos intentos resta el efecto sorpresa del mate y, la puntuación. La eliminación, sin embargo, se frustró en el primer intento. El gesto de Rudy ante la cámara, pulgar abajo en alusión al jurado, tampoco me gustó. Muy poco elegante.
Rudy debe entender que está pagando un peaje no escrito, como en su día hizo hasta el mismo Jordan (ahora es un mito, pero recuerden perfectamente como en 1987 estaba considerado un chupón, discriminado por sus compañeros del Este en el All Star -detalle que marcó su odio enfermizo contra Isiah Thomas- y por debajo de Magic, Erving o Bird). Hoy muchos lo consideran el más grande. Ya ven cómo cambia la plaza. En conclusión, el talento siempre sale a relucir y Rudy lo posee. En Portland ya reconocen su calidad y pronto lo hará toda la liga. Paciencia, trabajo y talento.
Lo que no parece poseer, o al menos no consigue soltarlo, es ese toque 75 por ciento de hortera y 25 por ciento de showman de sus rivales. Véase uno de los mates de Superman Howard, cambiándose en una cabina y machacando una canasta auxiliar muy por encima de los 3,05 habituales. El contenido fue más bien pobre, pero el envoltorio y la parafernalia engañaron al público y a algún jurado. Todo influye, sin duda.
No cabe duda que tanto Dwight Howard como Nate Hamilton son dos portentosos atletas. No puedo dejar de escribir sobre el primero. Recuerdo aquel memorable concurso de Mates de 1986, en Dallas, donde Spud Webb, con su 1,70 metros me hizo levantar del sillón. No había visto nada parecido hasta la irrupción de este pequeño jugador con corazón de león. Pasan los años y mejora la raza. Robinson salta incluso más que Spud. El mate por encima de los 2,10 de Howard es una obra de arte que merece ser degustada a cámara lenta y con el mejor fondo musical. Participe quien participe, el vencedor moral siempre es este indomable saltador. Hamilton es la realidad de nuestros sueños. Del sueño de volar.