Da gusto levantarse un domingo por la mañana si entran los rayos del sol por la ventana, si disfrutas de un opíparo desayuno, y si tienes la oportunidad de asistir a otro duelo al sol en el salvaje asfalto de Moto GP.
Valentino, siempre Valentino Rossi, en esta ocasión contra el pujante Jorge Lorenzo. Fue en el circuito de Montmeló, el pasado domingo en Barcelona. Ambos se jugaron la carrera en unas últimas vueltas trepidantes, con contínuos adelantamientos y emoción hasta el final. Italiano y español ofrecieron lo mejor de sí ante un público entregado. El vencedor supo ganar, el perdedor reconoció la derrota -que no la sumisión- y ambos mantuvieron un comportamiento acorde a su talla. Se felicitaron al término de la batalla y agradecieron a los aficionados todo el apoyo.
Valentino confirmó una vez más que pertenece -por carisma, títulos y calidad- al olimpo de los grandes deportistas de la Historia. Nuestro Lorenzo presentó su candidatura, pero permanece a la espera. A la rebeldía, fuerte carácter y talento de Jorge todavía le falta el embrujo de los grandes atletas -ya que un amplio sector de la grada y de sus rivales no soporta su falta de humildad y estilo-. Esta temporada está atemperando y midiendo sus palabras, caminando hacia la madurez. Seguro que nunca caerá en la excesiva seriedad que atesora el pocas veces sonriente Dani Pedrosa (ésto quizá anularía su personalidad sobre la moto) pero logrará ese ingrediente especial que todo deportista necesita para ganarse el respeto general.