"Yo no soy el héroe de nadie", se quejaba el jugador de baloncesto madrileño Fernando Martín (1962-1989). El primero en desembarcar en la entonces lejanísima liga NBA de Estados Unidos. El primero en firmar un contrato en España de 100 millones de pesetas al fichar por el Real Madrid. El primer deportista en figurar en las carpetas de miles de adolescentes españolas. Un atleta excepcional, demasiado humano para la vida pública. Martín prefería dormir en la sierra madrileña, contando las estrellas, que figurar en el firmamento de los medios de comunicación y acudir a las grandes fiestas sociales. Huraño con la prensa y los aficionados -más desde que la madre de su único hijo, Jan, posó en Interviú- irrascible con los entrenadores y algunos compañeros -el individualista Petrovic fue un buen ejemplo- sentía que el deporte de elite le estaba robando la vida. En 1985 recibió un primer aviso, tras estrellar el Mercedes 450 SLC del seleccionador nacional, Antonio Díaz-Miguel. En el segundo encontró la muerte, empotrando su Lancia Thema contra otro vehículo, en la M-30. Su muerte le convirtió en un mito, lo que siempre pretendió evitar. "Siempre le faltaba algo para ser feliz -resumió su entrenador en el Madrid, Lolo Sáinz, a modo de epitafio- la vida parecía perseguirle".
Publicado en La Región (24-03-2009).