Ahora, que nos toca votar.
Estamos hartos de tantos gobernantes y políticos en general, corruptos, derrochadores, incapaces de solucionar los problemas del país y causantes de la mayor parte. Estamos hartos de sus promesas incumplidas, de sus discursos cuadriculados, autómatas, alejados de la realidad; de su paupérrima preparación para el desempeño de cualquier cargo.
Estamos hartos de este sistema, denominado presuntamente como democracia, donde los poderes judicial y legislativo están supedidatos al ejecutivo. Mera transición de una dictadura personalista a una dictadura de partidos. Estamos hartos de estos gigantescos bloques sectarios, que sólo piensan en perpetuarse en el poder, por encima de los intereses de la Nación, la región o la ciudad. Estamos hartos de los circos que montan cada año de elecciones, de todos los dispendios, gabinetes, comisiones, secretarías -incluso Ministerios- necesarios para colocar a los afines de cada bando. Todo a cuenta de nuestro dinero. Estamos hartos de no poder votar a personas y comernos a una lista de ineptos por imposición del partido.
Estamos hartos de la indignidad de nuestros representantes en todas las esferas sociales. De un cabeza empresarial cuyas empresas quebraron. De unos líderes sindicales a sueldo del Estado y vida de marqueses. De unas estructuras federativas, colegiales, vecinales... mafiosas y pendientes de la subvención permanente. De unos bancos y unas cajas de ahorro despilfarradoras, reflotadas con dinero público, sin que sus responsables hayan pagado por su pésima gestión.
Estamos hartos de la dictadura de lo políticamente correcto. Del feminismo resentido, del ecologismo fanático, de los extranjeros incompatibles con la convivencia, de los terroristas y sus simpatizantes, de los artistas progres que se proclaman antisistema y viven del mismo, de los extorsionadores de la SGAE y similares, del buenismo con el delincuente, de quienes usan las lenguas como armas arrojadizas, de las discriminaciones "positivas" en lugar de la suma de méritos, de los acomplejados y centristas.
Estamos hartos de esta sociedad anestesiada por la televisión basura y el fútbol forofo. De los votantes por inercia. De quienes critican a los colocados pero ansían ser el siguiente. De quienes piensan que papá Estado les tiene que solucionar la vida. De los que se quejan en caliente pero no actúan en consecuencia en frío. De los que tienen la boca llena de palabras pero no mueven un dedo para defenderse. De la generación de niños malcriados que se nos avecina. De la falta de ética en todos los aspectos de la vida.
Estamos hartos de tantas cosas que, sólo nos queda el recurso del pataleo y el hacernos oír en las urnas, aunque seamos una minúscula parte de este monumental engranaje social. Es un pequeño consuelo. Podría ser peor ¿o no?
Estamos hartos de tantos gobernantes y políticos en general, corruptos, derrochadores, incapaces de solucionar los problemas del país y causantes de la mayor parte. Estamos hartos de sus promesas incumplidas, de sus discursos cuadriculados, autómatas, alejados de la realidad; de su paupérrima preparación para el desempeño de cualquier cargo.
Estamos hartos de este sistema, denominado presuntamente como democracia, donde los poderes judicial y legislativo están supedidatos al ejecutivo. Mera transición de una dictadura personalista a una dictadura de partidos. Estamos hartos de estos gigantescos bloques sectarios, que sólo piensan en perpetuarse en el poder, por encima de los intereses de la Nación, la región o la ciudad. Estamos hartos de los circos que montan cada año de elecciones, de todos los dispendios, gabinetes, comisiones, secretarías -incluso Ministerios- necesarios para colocar a los afines de cada bando. Todo a cuenta de nuestro dinero. Estamos hartos de no poder votar a personas y comernos a una lista de ineptos por imposición del partido.
Estamos hartos de la indignidad de nuestros representantes en todas las esferas sociales. De un cabeza empresarial cuyas empresas quebraron. De unos líderes sindicales a sueldo del Estado y vida de marqueses. De unas estructuras federativas, colegiales, vecinales... mafiosas y pendientes de la subvención permanente. De unos bancos y unas cajas de ahorro despilfarradoras, reflotadas con dinero público, sin que sus responsables hayan pagado por su pésima gestión.
Estamos hartos de la dictadura de lo políticamente correcto. Del feminismo resentido, del ecologismo fanático, de los extranjeros incompatibles con la convivencia, de los terroristas y sus simpatizantes, de los artistas progres que se proclaman antisistema y viven del mismo, de los extorsionadores de la SGAE y similares, del buenismo con el delincuente, de quienes usan las lenguas como armas arrojadizas, de las discriminaciones "positivas" en lugar de la suma de méritos, de los acomplejados y centristas.
Estamos hartos de esta sociedad anestesiada por la televisión basura y el fútbol forofo. De los votantes por inercia. De quienes critican a los colocados pero ansían ser el siguiente. De quienes piensan que papá Estado les tiene que solucionar la vida. De los que se quejan en caliente pero no actúan en consecuencia en frío. De los que tienen la boca llena de palabras pero no mueven un dedo para defenderse. De la generación de niños malcriados que se nos avecina. De la falta de ética en todos los aspectos de la vida.
Estamos hartos de tantas cosas que, sólo nos queda el recurso del pataleo y el hacernos oír en las urnas, aunque seamos una minúscula parte de este monumental engranaje social. Es un pequeño consuelo. Podría ser peor ¿o no?