Hay que rendirse a la evidencia. La genialidad de Telecinco para la elaboración de la más exquisita telebasura roza lo sublime. Ustedes pensarán lo que quieran, pero emitir cuatro horas diarias de "Sálvame", más la emisión nocturna de "Deluxe" (sic) tiene un mérito nunca suficientemente reconocido, o denunciado.
En la prehistoria, este tipo de espacios arrojaban o recogían inmundicia moral entrevistando o no a famosos, incluso famosillos, quienes vomitaban sus miserias e intimidades sin pudor y por dinero. Durante los últimos años estos personajes fueron sustituídos por engendros sin arte ni mayor oficio que acostarse o no con toreros, cantantes y futbolistas; vecinos, amantes, amigos, exnovias, maltratadas, chóferes, sirvientes... Cualquiera que pudiese aportar más detritus al expediente del protagonista.
"Sálvame" dió una vuelta más a la tuerca. Según este formato, muy parecido a cualquier reunión de cotillas en el mercado o en portal, ya no son necesarios los invitados de mayor o peor pelaje. Ahora los propios "colaboradores" -de muy diversa condición- son los protagonistas del espacio. Entre ellos se insultan, discuten, lloran, gritan, se enfadan y reconcilian, participan en un confesionario donde cuentan cuando se hicieron homosexuales, etc... De todo ello es partícipe un público aborregado y cateto, prueba de que la España más negra no sólo permanece en la era digital, sino que medra cada día. Por todo ello se explica el ascenso fulgurante de Belén Esteban en el panorama patrio, un fenómeno difícil de explicar a un japonés o a un alemán.
Todo orquestado por un magnífico equipo de producción, capaz de bajar cada temporada un poco más el listón, profundizando en la inmundicia. No es fácil reinventarse cada día. Y en horario supuestamente infantil. España tiene lo que se merece.
CINEFOBIA
"Australia"
Se presentó como un "Memorias de Africa" a la australiana, con grandes paisajes, bella historia de amor y pareja protagonista de la casa y caché hollywoodiense. Pues bien, "Australia" es un ladrillo de imposible digestión, cuyo guión no tiene pies ni cabeza, orden ni concierto. Una tortura visual en la cual el espectador ansía desesperado un final que nunca llega. Un galimatías con pretensiones de drama histórico, de epopeya índica, con patinazos incomprensibles en una película supuestamente rodada para adultos. Nos quedamos con las ganas de dar el teléfono de los responsables. Lamentable.