El pasado 1 de enero se cumplieron 50 años de la mal llamada Revolución Cubana. Hoy podríamos denominarla como Revolución Castrista, ya que su desarrollo y resultado son consecuencia del designio de su único líder, Fidel Castro Ruz.
¿Y quién es (o fue) Fidel Castro? Un personaje de los que nacen uno entre millones. Un hombre nacido para dirigir. Una persona para la cual -como bien define el escritor Norberto Fuentes- el poder absoluto es insuficiente. Un jefe que no admite la discrepancia o la sombra de otro hombre de su nivel.
Castro se describe con una anécdota relatada por un hermano jesuíta de uno de los colegios donde estudió. Competía en una carrera de bicicletas contra sus compañeros de estudios. Viendo imposible su victoria, decidió lanzarse contra un muro. Perdió la carrera, pero nadie se fijó en el ganador, ya que todos acudieron a interesarse por el accidentado. Así es Fidel.
Castro convirtió una diminuta isla caribeña de apenas 10 millones de habitantes en una gigantesca prisión. En la cárcel perfecta donde no existen más que dos salidas: el cielo o el mar. Se agarró al comunismo en una huída hacia adelante contra el vecino estadounidense y estuvo a punto de provocar una guerra nuclear en el Planeta. Kruschev cedió, Kennedy aceptó. Fidel y el Che se lamentaron por no llegar hasta las últimas consecuencias. "¡Patria o muerte!", fue su lema. Podría ampliarse a "¡Fidel o muerte!". Desde 1959, Cuba fue él.
El Comandante en Jefe ha sido un desastroso y suicida militar -Asalto al Cuartel Moncada, Desembarco del Granma...- sólo igualado por el ejército de Batista y la CIA en la Bahía de los Cochinos. Ha sido un desastroso político y administrador. En cambio, ha sido un genio de la propaganda, de la oratoria, de la manipulación, del control y dirección de las masas, de moverse en las cloacas del poder. Ha creado un "Gran Hermano" donde todos se espían y denuncian, bajo su ojo omnipresente. Nada se sabe de su estado. En cualquier caso, se morirá tranquilamente en su cama, porque todo está bajo control. Al menos hasta que expire.
No sabemos hacia dónde camina Cuba, porque no sabemos nada de Fidel. El futuro nos depara otra época apasionante -y esperemos que lo menos sangrienta posible- para quienes nos interesa la historia cubana. El futuro es hoy.