El carácter del campeón se mide en las situaciones verdaderamente complicadas. El pasado fin de semana vimos dos ejemplos personificados en el tenista Rafa Nadal y el piloto de motos Jorge Lorenzo.
Por Rafa Nadal confieso mi debilidad desde la primera vez que lo ví. Este chico es algo más que un atleta impresionante, porque tiene el talento, la ilusión y la fuerza mental para ser el más grande. En Hamburgo disputó dos extraordinarios partidos, derrotando primero a un pujante Novak Djokovic, y después en la final, a esa maravilla raqueta en mano que responde al nombre de Roger Federer.
Su orgullo y resistencia quedó demostrado cuando, perdiendo por 5 a 2 en el primer set, solicitó la asistencia de un fisioterapeuta para paliar unos dolores en la parte posterior de la pierna derecha. Nadie pondría la cara por él en esos momentos de incertidumbre -menos entre nuestra querida España- ante un Federer glorioso, dueño de un revés demoledor y una subida a la red letal. (Para más detalles sobre la belleza de su estilo pinchar en la sección ELEGANCIA INNATA, en VIDEOTECA).
Pero este chico de Manacor está fabricado de la materia de los grandes. Respondió con un 7-0 a un atónito Federer, quien incluso perdió su característico temple en golpes faltos de precisión. El segundo fue un mano a mano solventado con la muerte súbita. Un duelo majestuoso entre la desbordante juventud de Nadal y la espléndida madurez de Federer. Cada uno con su estilo, aunque sería un error despreciar la calidad técnica de algunos golpes del español y las condiciones físicas del helvético. El tercero fue ya una exhibición de Nadal ante un rival a quien pocas veces habíamos visto tan impreciso, dubitativo, humano. Me hubiese gustado que rindiese a su mejor nivel, obligando a sacar a nuestro compatriota más fuerza interior, más genialidad dentro de su ilimitado arsenal. Sólo se mejora ante los mejores y sólo ellos pueden sacar el máximo de tí.
Ayer lunes mucha gente me comentaba la extraordinaria hazaña de Nadal. Y no sólo hombres, también señoras de cincuenta años y chicas jóvenes, una muestra del impacto de este fenómeno entre el ciudadano común. Roland Garrós se presenta como otro torneo con momentos memorables. Por fortuna, comienza en apenas unos días.
Nadal-Federer, en Hamburgo.
¡Qué decir de la exhibición de pundonor de Jorge Lorenzo en Le Mans! Habrá que revisar la posición astral de la isla de Mallorca entre los años 1986 y 1987 porque el nacimiento de dos deportistas como Nadal y Lorenzo sólo puede responder a la confluencia especial de varios planetas. La victoria de Nadal coincidió con una exhibición del motociclista durante la prueba de Moto GP.
Lorenzo, recién recuperado de una operación en un antebrazo, pilotó su Yamaha con los dos tobillos rotos, producto de dos caídas terroríficas y machacados con los entrenamientos, las numerosas salidas de pista y una competencia brutal. Salió duodécimo y terminó segundo, apretando los dientes y soltando su endiablado espíritu por el circuito. Sincero y diferente, como siempre, declaró al término de la prueba: "Antes de la carrera tenía una lucha interna entre mis dos mentes. Una estaba desanimada, sin ganas de competir ni confianza. La otra, la optimista, me ha ayudado en la carrera".
No cabe duda que Lorenzo es un competidor de estilo depredador, muy diferente al estilo feroz, pero noble, de su vecino Nadal. Lorenzo se ha grangeado muchos enemigos por su egoísmo, egocentrismo y declaraciones poco diplomáticas. Posee tantos admiradores como detractores (me cuentan que Jerez fue muy insultado por una gran parte de la afición española). En mi opinión está trabajando para mejorar su imagen entre compañeros y aficionados. Por encima de ello está, sin duda, su indudable talento y espíritu indomable. Factores que le hacen persistir en la lucha cuando otros desistirían. Será por esta razón por la que se considera un auténtico guerrero espartano.
Por Rafa Nadal confieso mi debilidad desde la primera vez que lo ví. Este chico es algo más que un atleta impresionante, porque tiene el talento, la ilusión y la fuerza mental para ser el más grande. En Hamburgo disputó dos extraordinarios partidos, derrotando primero a un pujante Novak Djokovic, y después en la final, a esa maravilla raqueta en mano que responde al nombre de Roger Federer.
Su orgullo y resistencia quedó demostrado cuando, perdiendo por 5 a 2 en el primer set, solicitó la asistencia de un fisioterapeuta para paliar unos dolores en la parte posterior de la pierna derecha. Nadie pondría la cara por él en esos momentos de incertidumbre -menos entre nuestra querida España- ante un Federer glorioso, dueño de un revés demoledor y una subida a la red letal. (Para más detalles sobre la belleza de su estilo pinchar en la sección ELEGANCIA INNATA, en VIDEOTECA).
Pero este chico de Manacor está fabricado de la materia de los grandes. Respondió con un 7-0 a un atónito Federer, quien incluso perdió su característico temple en golpes faltos de precisión. El segundo fue un mano a mano solventado con la muerte súbita. Un duelo majestuoso entre la desbordante juventud de Nadal y la espléndida madurez de Federer. Cada uno con su estilo, aunque sería un error despreciar la calidad técnica de algunos golpes del español y las condiciones físicas del helvético. El tercero fue ya una exhibición de Nadal ante un rival a quien pocas veces habíamos visto tan impreciso, dubitativo, humano. Me hubiese gustado que rindiese a su mejor nivel, obligando a sacar a nuestro compatriota más fuerza interior, más genialidad dentro de su ilimitado arsenal. Sólo se mejora ante los mejores y sólo ellos pueden sacar el máximo de tí.
Ayer lunes mucha gente me comentaba la extraordinaria hazaña de Nadal. Y no sólo hombres, también señoras de cincuenta años y chicas jóvenes, una muestra del impacto de este fenómeno entre el ciudadano común. Roland Garrós se presenta como otro torneo con momentos memorables. Por fortuna, comienza en apenas unos días.
Nadal-Federer, en Hamburgo.
¡Qué decir de la exhibición de pundonor de Jorge Lorenzo en Le Mans! Habrá que revisar la posición astral de la isla de Mallorca entre los años 1986 y 1987 porque el nacimiento de dos deportistas como Nadal y Lorenzo sólo puede responder a la confluencia especial de varios planetas. La victoria de Nadal coincidió con una exhibición del motociclista durante la prueba de Moto GP.
Lorenzo, recién recuperado de una operación en un antebrazo, pilotó su Yamaha con los dos tobillos rotos, producto de dos caídas terroríficas y machacados con los entrenamientos, las numerosas salidas de pista y una competencia brutal. Salió duodécimo y terminó segundo, apretando los dientes y soltando su endiablado espíritu por el circuito. Sincero y diferente, como siempre, declaró al término de la prueba: "Antes de la carrera tenía una lucha interna entre mis dos mentes. Una estaba desanimada, sin ganas de competir ni confianza. La otra, la optimista, me ha ayudado en la carrera".
No cabe duda que Lorenzo es un competidor de estilo depredador, muy diferente al estilo feroz, pero noble, de su vecino Nadal. Lorenzo se ha grangeado muchos enemigos por su egoísmo, egocentrismo y declaraciones poco diplomáticas. Posee tantos admiradores como detractores (me cuentan que Jerez fue muy insultado por una gran parte de la afición española). En mi opinión está trabajando para mejorar su imagen entre compañeros y aficionados. Por encima de ello está, sin duda, su indudable talento y espíritu indomable. Factores que le hacen persistir en la lucha cuando otros desistirían. Será por esta razón por la que se considera un auténtico guerrero espartano.
Una de las espectaculares caídas de Jorge Lorenzo en Le Mans, aquí