Que el ser humano es capaz de las más grandes hazañas y nobles acciones, así como de los actos más deleznables, es algo que no me ofrece duda. La Historia así nos lo enseña desde el origen de los tiempos. El espeluznante caso del ex técnico electricista austríaco Josef Fritzl, persona de cierto nivel cultural y respetado por sus vecinos, pone en evidencia una vez más a los ingenuos que cierran los ojos ante la realidad y piensan que la educación o el buen nivel económico mitigan los impulsos malignos. Todos tenemos un lobo en nuestro interior. Por fortuna, las leyes, la religión en otros casos, los golpes de la vida y un ambiente familiar sano, tanto de hijos como padres, encauzan nuestras frustraciones y nos permiten vivir en sociedad. Sin olvidar nuestras pequeñas pasiones -el deporte, el Arte, la comida, el amor, la lectura...- refugios que mantienen nuestra cabeza ocupada y no nos permiten reflexionar por mucho tiempo sobre nuestra existencia.
¿Enfermedad o perversión humana? Yo pienso en lo segundo. Existen personas sin escrúpulos, que incluso disfrutan haciendo daño. En todos los ámbitos sociales, económicos, sexuales o raciales. Parece inscrito en nuestra cadena genética.
Sobre el muy oscuro caso del perverso austríaco, una interesante opinión del psiquiatra forense José Cabrera en el diario El Mundo.
Muy relacionado con éste, la interesante conferencia del psicólogo de la Fiscalía del Tribunal de Menores de Madrid, Javier Urra, publicada en El Correo Gallego.