Delorez Florence Griffith (1959-1998) nació en el seno de una humildísima familia californiana, entre 11 hermanos. Su vida parecía condenada a la pura supervivencia, hasta que se encontró con el atletismo. Era una buena velocista, pero no la más rápida -el mismo caso que Ben Johnson-. El salto adelante lo dio tras la boda con su entrenador, el ex campeón olímpico Al Joyner. Entre los años 1987 y 1988 tuvo una tan impresionante como repentina progresión: cuatro Oros, tres Platas y el récord, aún imbatible, en los 100 metros lisos, 10,49 segundos. Fue la novia de América en los Juegos de Seúl, pero su cuerpo, exageradamente musculado y masculinizado, hizo sospechar a muchos. Unas sospechas acrecentadas tras las acusaciones -envidia aparte- de otros atletas, y su prematura retirada, ese mismo año, cuando se encontraba en la cúspide, a los 29 años. Atleta extravagante, corria maquillada, con joyas o uñas kilométricas. Se paseaba con una boa por la calle y diseñaba ropa deportiva. En 1996, sufrió una primera apoplejía. En 1998, apareció muerta en su cama. ¿Dopaje? ¿Asesinato? ¿Epilepsia? Los informes médicos nunca se hicieron públicos, según su deseo, y todos especulan. Un auténtico Expediente X.
Publicado en La Región (04-02-2008)
Publicado en La Región (04-02-2008)