SIGUE SOÑANDO


Dice la leyenda que Polínexa, madre de Alejandro Magno, soñó que su hijo había sido engendrado por el mismísimo Zeus. El nacimiento coincidió con la victoria de su marido, Filipo de Macedonia, en la carrera hípica de los Juegos del 256 a.C. En honor a tal triunfo, Polínexa cambió su nombre por el de Olimpia. Su sueño se cumplió. Alejandro fue el Zeus del mundo conocido entonces. Un infatigable conquistador. El deporte es hoy lo más parecido a la guerra y sus figuras los nuevos mitos de nuestra era. Soñemos.

Legend say that Polínexa, mother of Alexander the Great, she dreamed that her son had been fathered by Zeus. The birth coincided with the victory of her husband, Philip of Macedonia, in the horse race of the Games of 256 BC. In honor of this victory, Polínexa changed her name to Olympia. Her dream was fulfilled. Alexander was the Zeus of the then known world. An indefatigable conqueror. The sport is now as war and his figures the new myths of our era. Let's dream.

olimpiaduerme@gmail.com

viernes, 12 de septiembre de 2008

EL FÚTBOL ES ASÍ, POR DESGRACIA


Desde sus orígenes como juego más o menos reglamentado -aproximadamente en el 1863 en el seno de la Universidad de Cambridge- la esencia del fútbol ha permanecido hasta nuestros días: dos equipos, una pelota y el objetivo común de introducirla en la portería contraria (aunque el fútbol italiano puede hacernos dudar en ocasiones de este último detalle).

Más de un siglo después, muchas de sus normas parecen tan antidiluvianas como fuera de lógica. Los dirigentes de este deporte, capaz de unir naciones, crear tribus y provocar conflictos bélicos, no sienten la inquietud o no tienen la necesidad de observar, analizar y corregir los muchos defectos en el desarrollo de este maravilloso juego.

Sin ánimo de ofender a los puristas, me gustaría proponer una serie de cambios que, bajo mi punto de vista, convertiría al fútbol en un espectáculo más dinámico, entretenido -si cabe- favorable al talento y menos susceptible a la violencia. La pretensión no sólo consiste en mejorar el juego sino en recuperar el respeto perdido al deportista, técnico y juez. Para ello me he inspirado en otras disciplinas -baloncesto, balonmano, fútbol americano o rugby- además de muchas horas de observación.

1) Tiempo a reloj parado.
La duración del partido debería cambiar de dos partes de 45 minutos a reloj corrido a 30 minutos a reloj parado. El árbitro principal no tendría que estar pendiente de este aspecto, o de juzgar si debe añadir o no tantos minutos al final de cada parte. La cronometración -a ser posible marcha atrás- podría realizarse en una mesa central supervisada por el cuarto árbitro (ahora dedicado a discutir con los entrenadores). La infraestructura de este cambio -marcador y bocinas- sería imposible en las categorías inferiores o locales, pero no en las Ligas profesionales y campeonatos internacionales.

De esta forma se eliminarían las polémicas por decisiones, justas o no, del colegiado y las argucias del equipo que gana por la mínima: retrasar en lo posible los saques o incluir cambios en los últimos minutos. El tiempo se detiene cuando la pelota sale del campo, en las faltas, cambios, lesiones, o por decisión del colegiado. Es visible al público e insobornable. (Nadie protesta en baloncesto o balonmano cuando termina el encuentro).

¿Posesión de ataque o no? Me parece una medida importante pero no urgente. Si queremos premiar al talento y la creatividad debemos instar a ambos contendientes a buscar el gol de forma permanente. Si queremos evitar el insoportable sopor de ver a equipo italiano de turno tocando el balón durante 30 minutos y matando el partido debemos imponerle un tiempo máximo de posesión para llegar al área contraria. Dadas las características y dimensiones de un campo oficial se podría establecer la posesión entre los 3 y los 5 minutos. Creo esta medida más objetiva que sancionar con una "pasividad" al infractor, como se realiza en el balonmano.

2) Dos árbitros mejor que uno.
En el baloncesto ya son tres, en el fútbol americano, incontables. Si el público pretende que un árbitro, pese a la ayuda de los jueces de banda, controle un campo de entre 100-110 metros de largo por 55-60 de ancho, es que nunca ha pisado el césped (que no me cabe duda). El árbitro no está en condiciones de juzgar un contragolpe a 30 metros de donde ocurre. Me parece una medida razonable disponer de dos árbitros principales, uno en cada campo. (Siempre en competiciones que se lo puedan permitir).

3) Línea de campo atrás.
Si la posesión de ataque se considera excesiva, se podría tomar del baloncesto la regla de la línea de campo atrás. Se pintarían dos líneas, una en cada campo (por ejemplo en la prolongación del área grande). El jugador con balón no podría sobrepasarla hacia su portería ni ceder la pelota a su portero. Se le obliga a avanzar, a buscar el gol, la esencia del juego. Se premia tanto el talento en ataque como en la defensa (si el contrario presiona tiene más cerca la portería).

4) Uso del vídeo en casos puntuales.
Las discusiones en los bares están bien mientras no sobrepasen este ámbito. Lo cierto es que el árbitro está en permanente crítica, porque debe valorar en segundos lo que a veces es apenas perceptible tras una docena de repeticiones a cámara lenta. Recuerdo un estudio relativamente reciente publicado en un periódico, el artículo concluía que el ojo humano no podía estimar el fuera de juego en la mayoría de ocasiones, vigilando a la vez la posición del atacante y el momento en el cual el compañero le enviaba la pelota. En conclusión, no podemos pedir a los jueces de banda que acierten siempre, y más en situaciones muy apretadas. Si el vídeo puede solucionar la duda ¿por qué no emplearlo? ¿por qué no facilitar más armas a unos jueces que se están jugando su prestigio y honor? ¿por qué adulterar una final de un Mundial por un error evitable?

Podría tomarse el ejemplo del fútbol americano o del tenis. Que los árbitros detengan el juego durante unos minutos para analizar una acción determinante en el resultado: posible penalti, goles fantasmas, fuera de juego dudosos... Sin abusar de este uso, pues podría fijarse un límite de supervisiones a petición de cada equipo.

5) Cambios ilimitados.
De los aspectos más injustos de este deporte. El sistema de convocatoria me parece incluso exportable a otras actividades, pero ¿para qué disponer de un banquillo de seis jugadores, si sólo van a salir cuatro? El público, que paga su entrada, el club, que paga a los futbolistas y el propio deportista, que se ha entrenado toda la semana, tienen el derecho a disfrutar de todo el talento disponible. Creo que todos los que se vistan de corto merecen la oportunidad de jugar.

En el fútbol americano se cambian los equipos de ataque y defensa cada cierto número de jugadas. En balonmano y baloncesto los jugadores entran y salen sin ataduras. Esta medida permite al técnico disponer de sus mejores jugadores a la hora de la verdad, repartir minutos entre todos y ahorrarse los cabreos del delantero de turno que juega los últimos cinco minutos o del portero suplente, condenado a sentarse hasta que se lesione el titular. En este aspecto el fútbol permanece petrificado. Cambios sin límite a balón parado, por favor.

6) Límite de faltas por jugador.
Premiemos al buen defensor y castiguemos al carnicero. El sistema de tarjetas, con el numerito entre árbitro y jugador, es antidiluviano. En las ligas profesionales se puede llevar ya un control de las faltas de cada uno (en la mesa arbitral ya mencionada). Se podría determinar un número por cada jugador, que una vez superado conllevase una expulsión temporal -varios minutos sin posibilidad de sustitución- o definitiva -con o sin sustitución hasta completar el banquillo-.

Otra interesante posibilidad consistiría en acumular el total de faltas por equipo y sancionar un determinado número con una falta directa o incluso el penalti para el club infractor. Siempre para premiar al atacante y castigar al mal defensor.

7) Estadísticas fiables.
Por último, creo que en las retransmisiones se desprecian muchos datos estadísticos interesantes y se emplea mal el resto. El máximo goleador y el portero menos superado deberían hallarse por media de partidos jugados. Si Raúl mete 50 en 50 partidos -1 por encuentro- y Guti 40 en 30 con el Real Madrid -1,33 de media- sería el segundo y no el primero el pichichi de la Liga. Si en el Europeo Villa marca 6 goles en 6 partidos, llegando a la final, no puede ser mejor que Torres, si éste logra 5 en 4 jugados. Importa la media con un número mínimo de encuentros, no el total.

De igual forma, se desprecia al jugador que entrega más pases de gol, al que recupera más balones, al que entrega más pases sin fallo... Así como el porcentaje de acierto entre los disparos a puerta y los que aciertan entre los tres palos. Un número importante de datos muy interesantes para el público, de gran rentabilidad económica, por cierto. Pero son detalles para un buen equipo de mercadotecnia que debería contratar la Liga.

En Conclusión:

Es mi pequeña aportación para que este bonito juego pueda llegar a ser sublime en cuanto a desarrollo y organización. Potenciar sus puntos fuertes y reducir sus inconvenientes. Respetar la figura arbitral, facilitando su tarea. Algunas ideas parecerán descabelladas a los más tradicionales. A ellos les digo que si buscamos la pureza del fútbol debemos examinarlo, criticarlo y buscar soluciones que favorezcan el buen juego.