Ha muerto Don Ernesto Segura de Luna, para quien no lo conozca, el eterno presidente de la Federación Española de Baloncesto y uno de los artífices del extraordinario momento deportivo que estamos viviendo. La medalla de Plata de Pekín fue su último homenaje.
Tuve el privilegio de conocer a Don Ernesto en noviembre de 2001, durante un partido del COB. El motivo fue una entrevista para "La Región" sobre la salud de la Federación que entonces presidía -comenzó en 1972 y tuvo que cesar en 1984, por un decreto que limitaba la permanencia en un cargo hasta los 12 años, continuando en 1992 hasta el 2004- y la situación del baloncesto en general.
Una pena, porque este incansable conversador tenía mucho de Maestro y de conocedor de la vida. De potestad para opinar sobre multitud de aspectos que superan nuestro deporte. Poseía el porte de los caballeros antiguos. Un saber estar que para sí quisiera el presidente actual. Una tranquilidad natural de quien lo ha visto todo, de quien conoce lo mejor y lo peor del ser humano, de quien no gasta saliva ni se pierde en cuestiones superficiales. Unas profundas y nobles convicciones en absoluto reñidas con una visión del futuro universal y moderna, superior a las de los pretendidamente modernos o progresistas. Una inteligencia y don de gentes muy al estilo de los Raimundo Saporta o Juan Antonio Samarach, para saberse mover en las instancias internacionales e intuir el rumbo a tomar en épocas de cambios.
Una pena, porque este incansable conversador tenía mucho de Maestro y de conocedor de la vida. De potestad para opinar sobre multitud de aspectos que superan nuestro deporte. Poseía el porte de los caballeros antiguos. Un saber estar que para sí quisiera el presidente actual. Una tranquilidad natural de quien lo ha visto todo, de quien conoce lo mejor y lo peor del ser humano, de quien no gasta saliva ni se pierde en cuestiones superficiales. Unas profundas y nobles convicciones en absoluto reñidas con una visión del futuro universal y moderna, superior a las de los pretendidamente modernos o progresistas. Una inteligencia y don de gentes muy al estilo de los Raimundo Saporta o Juan Antonio Samarach, para saberse mover en las instancias internacionales e intuir el rumbo a tomar en épocas de cambios.
No en vano fue el impulsor de un baloncesto español en pañales en los años setenta. Su primera etapa se culminó con la Plata en los Juegos de Los Ángeles y la explosión de su deporte como el segundo en un país entregado. Llegó al rescate en 1992, tomando el relevo de un nefasto Pedro Sust: la tesorería estaba en la quiebra, los jugadores en pie de guerra por la incorporación del tercer extranjero (¡quién lo diría hoy!) y la selección en crítica situación tras el desastre olímpico y el cese del añorado Antonio Díaz Miguel. Supo atemperar los nervios y atajar todos los frentes. Supo comprender que la ACB necesita el libre mercado para mejorar y la Federación debía dotar a los jugadores españoles y a las ciudades que no estuviesen al nivel con otras competiciones. Bajo su mandato se estructuró la nueva Federación, con una economía saneada y una estructura de formación que cada verano aporta éxitos y es ejemplo para otros países. Tuvo incluso la elegancia de aceptar en su directiva al hoy presidente José Luis Sáez, a quien había derrotado en las urnas, allanando su camino. Un error, en mi opinión. Uno de los pocos en su trayectoria.
El baloncesto español estará eternamente agradecido a este hombre encantador. Padre de 14 hijos, fumador empedernido y nadador hasta los últimos días de su vida. En uno de los recientes homenajes recibidos pronunció unas palabras que, como bien apuntaba el periodista Carlos Toro en el obituario dedicado en "El Mundo", sirven como su epitafio.
"El baloncesto es mi vida"
Biografía de Ernesto Segura de Luna (1922-2008)