José Tomás es ya un mito viviente en el mundo de los Toros. Tras su regreso al ruedo ha revitalizado la Fiesta Nacional con su estilo personal y desafío a la muerte. Los intelectuales y hombres de letras se rinden a su montera, los expertos lo comparan con el gran Manolete (1917-1947), los místicos le auguran el mismo final, tan desgraciado como mágico ante un toro. Un destino que él parece asumir hasta las últimas consecuencias. Los críticos argumentan que su adulación es desmedida y que se acerca demasiado buscando algo. Que torear no es eso.
Sus corridas desatan una histeria colectiva como hacía tiempo no se veía en nuestro país. Llenos en las veinte plazas donde ha toreado esta temporada, colas kilométricas y reventas estratosféricas sólo por un hombre, de aparencia enclenque fuera de la plaza y majestuosamente fuerte en la arena. Su tímida personalidad y obsesiva huída de los medios aumentan ese halo de misterio que lo convierte en un ser de otra época. En un torero que busca la gloria y la perfección por encima de la fama y el dinero (que seguro no le faltará).
El pasado domingo completó otra gran actuación en la Feria de la Mercé de Barcelona, en la que uno de sus toros fue indultado -el momento que más me gusta de la Fiesta-. Les dejo a continuación unas imágenes de otra corrida repletas de belleza entre un torero único y un animal majestuoso. Una danza a cámara lenta que, no es de extrañar, cautivase a artistas como Lorca, Hemingway u Orson Welles. Poesía y elegancia en movimiento.