Acabo de llegar a casa, pongo música y me preparo una infusión. Me siento inspirada para contaros…..
Me levanto cuando llaman a la oración -¿pura coincidencia?- a las 6 a.m. Aunque no quisiera, me despertaría igual, porque se encargan de poner en el minarete los altavoces más potentes jamás fabricados. Cojo el bus de la universidad, que nos lleva a 45 minutos al oeste de Estambul; a una colina, con unas vistas asombrosas, un lago y el cielo. La universidad es privada, como muchas en Turquía, y se expande por la cima y las laderas de la montaña.
Los estudiantes, muy pocos se interesan por lo que estudian y, en general, la actitud es de pasotismo. No me quejo, porque los profes del "preparatory" -un curso antes de la universidad-lidian con enormes problemas de disciplina todos los días. Entre las mujeres, algunas llevan el pelo cubierto -sobre todo las del primer curso-y otras no. En el comedor, hombres y mujeres comen separados. No es que haya zonas delimitadas para cada sexo, como en las mezquitas, sino que se juntan en grupos de hombres y de mujeres. En el bus pasa lo mismo, los extranjeros no seguimos esa norma.
Cada día es realmente una aventura, cuando creo que me voy asentando y que las cosas se van encauzando siempre surge algo chocante. Lo último fue que mi móvil dejo de funcionar después de dos semanas….no sé muy bien porqué. Al parecer, el chico de la tienda puso su nombre en mi contrato, absurdos así hay muchos. El caso es que en la tienda enseguida me ofrecieron comprar otro nuevo o pagar otra línea-son mercenarios natos-. La primera semana fui a un centro de salud a por un certificado médico y salí con una radiografía de los pulmones. Eso sí ¡me la hicieron con la camiseta puesta! Mi próximo reto es contratar internet en casa… veremos si termino con una parabólica en el balcón -jejeje-.
El idioma es una gran gran gran barrera. Muy poca gente habla inglés, sobrevivo con señas y cuando desespero les digo “insahall” –ojalá-lo usan para todo.
El trafico es bestial,la contaminación muy fuerte. El reciclaje lo hacen niños que luego venden el cartón. Los coches de la policía tienen siempre el motor encendido y resulta escalofriante ver dedos listos para disparar colocados en el gatillo de las metralletas. Hay muchos por la ciudad, sobre todo en el centro; y estos últimos días en la embajada de Grecia un autobús-tanque flanquea la entrada las 24horas del día.
La mayoría de la gente sobrevive en negro. No se cómo será de fuerte el impacto de la crisis aquí…