"No juego con alegría, y yo no puedo hacer las cosas a medias". El futbolista alemán Sebastian Deisler (Lörach, 1980) estaba destinado a dirigir otra apisonadora germana en el césped, la del siglo XXI. Pero una conjunción de problemas físicos y psíquicos le obligaron a retirarse, con sólo 27 años. Físicos: su maltrecha rodilla derecha se rompió antes del Mundial de 2002 y repitió poco antes del de 2006, precisamente en su país. En total fueron cinco operaciones, con sus correspondientes y dolorosas rehabilitaciones, en apenas cuatro años. Psíquicos: la impotencia de sentirse inútil y los problemas durante el embarazo de su mujer, la negra brasileña Eunice, le sumieron en una profunda depresión. Así, se perdió la Eurocopa de 2004. A finales de ese mismo año repitió la visita al psiquiátrico, por una crisis de ansiedad y un principio de esquizofrenia. "El Bayern me espía", llegó a declarar sobre su club ante el asombro de los periodistas. Al comienzo del 2007 sufrió una nueva recaída. Desanimado, dueño de una pierna que no podía seguir el mismo ritmo de su cabeza, "Basti" decidió marcharse. Su orgullo le impidió ser un jugador más, del montón.
Publicado en La Región (10-12-2007)