La Villa Olímpica es el hotel de los deportistas en unos Juegos. La de Tokio se encuentra en la isla artificial de Chuo Ward, a dos kilómetros del centro financiero. Consta de 21 bloques de edificios, con capacidad aproximada de 10.000 personas y un futuro dedicado a la venta comercial.
Con tal número de deportistas, lo habitual en estos
eventos es que la Villa se convierta en una Gomorra de proporciones
olímpicas. Tras la competición, ya
relajados, algunos atletas se entregan a los placeres. Otros lo hacen antes, durante y después, con mayor
exigencia que en su especialidad.
La posibilidad de este tipo de relaciones íntimas
internacionales son hoy un verdadero problema para la organización. Más por el
riesgo de contagio del Covid 19 que por el de enfermedades venéreas, también
frecuentes.
Por ello, el COI decidió que el habitual reparto de
150.000 preservativos entre las delegaciones se realice tras la competición,
"para que los atletas se los lleven de vuelta". También se anunció
que las camas reciclables de cartón "evitarían los contactos".
Poca imaginación y mucha ingenuidad tiene el Comité
japonés. Al final, la única solución ha sido el control y el castigo a quien se
pase un pelo, convirtiendo la alegre Villa en un monasterio benedictino. 'Ora
et labora'.