"¡Dios mío, es cierto todo lo que había escuchado sobre tí!", dijo un jovencito Julius Erving a la mayor leyenda de las calles de Nueva York. Earl Manigault (1944-1998) alias "la cabra", nunca se adaptó al baloncesto organizado. Creció en una chabola del profundo Harlem, sin agua ni luz. Lo expulsaron del instituto por fumar marihuana. Duró apenas seis meses en la universidad -enganchado ya a la heroína- y ningún equipo profesional se arriesgó a darle una oportunidad. Vagaba por los célebres playgrounds neoyorquinos, durmiendo en casas de amigos, con siete hijos desperdigados por los suburbios. Necesitaba unos 100 dólares para su dosis diaria. En 1969 lo encarcelaron por tráfico de drogas. En 1977 por intento de robo a mano armada. Sólo fue libre en las canchas callejeras. En 1987, después de una operación a vida o muerte, vió la luz. Se rehabilitó y comenzó a trabajar por los demás. Lo que nunca había hecho. "Defraudé a muchas personas", llegó a decir en los últimos años de su vida este extraordinario talento desperdiciado.
Publicado en La Región (06-11-2006)