Se puede asegurar un Rally con total garantía? Imposible abarcar tantos kilómetros cuadrados, tantos lugares recónditos durante la noche y el día. ¿Se puede asegurar unos Juegos Olímpicos de la misma forma? No, por mucho que se desarrollen en un país tan militarizado y tan controlado como China. ¿Por qué se celebran entonces y se suspende el Lisboa-Dakar? Porque aunque grande, la mítica carrera creada por Thierry Sabine en 1979 no es comparable a la colosal infraestructura olímpica, tambaleada, eso sí, en Munich 72 o Atlanta 96 con dos atentados terroristas de diferente resultado.
El miedo es libre, una respuesta muy razonable para sobrevivir en este gigantesco psiquiátrico llamado planeta Tierra. Pero bajar la cabeza hoy supone inclinarse mañana y arrodillarse al día siguiente. Y nadie asegura que así se solucionen nuestros problemas. El ejemplo histórico perfecto se encuentra en los prolegómenos de la II Guerra Mundial. El primer Ministro británico, Neville Chamberlain, aceptó todas las humillaciones ante un pujante Hitler, agarrándose a la tan pretendida paz. Un documento que no sirvió para nada y provocó nada menos que 50 millones de muertos más la consolidación del comunismo en la mitad de Europa. Todos los gobiernos del mundo (excepto el de nuestro presidente Zapatero) saben que no se puede ceder ante el terrorismo ni cambiar nuestras costumbres occidentales ante los nuevos bárbaros. Porque éstos no cesarán en sus exigencias por nuevos objetivos.
En la Nochebuena del pasado año, un grupo autoproclamado como "el brazo de Al Qaeda en el Magreb" asesinó a cuatro franceses en Mauritania, amenazando al gobierno y al Rally con futuros atentados contra una carrera "neocolonialista", organizada por "cruzados apóstatas y no creyentes". El 3 de enero, el gobierno francés desaconsejaba públicamente viajar al país africano, pilotos incluidos. Nada menos que 8 de las 15 etapas del Lisboa-Dakar 2008 transcurrían por suelo mauritano. A pesar de que este gobierno -para el que el Dakar supone unos ingresos comparables al 30% de su Producto Interior Bruto- garantizaba la protección de la prueba con 4.000 nuevos militares sumados al dispositivo previsto, las compañías aseguradoras decidieron retirarse. Fue el comienzo del fin.
La organización del Rally, la ASO (Amaury Sports Organisation) propietaria entre otras cosas del diario francés L´Equipe y del Tour de Francia se encontró entonces en un dilema: acudir por su cuenta y riesgo o suspender la prueba por la seguridad de los participantes, encajando unas pérdidas millonarias e irreparables. Eligió lo segundo. No se le puede reprochar interés económico a este consorcio empresarial. Etienne Lavigne, el director del Dakar, anunció la suspensión el viernes, 4 de enero. Los Reyes se quedan en casa este año.
La decisión supuso una decepción enorme entre los pilotos. El Dakar es una de esas pruebas tan crueles, que te mata pero te cautiva a la vez. Te impulsa a regresar cada año. La ilusión y el empeño de tantos aventureros, inválidos alguno de ellos, se quedaba en el garaje. Y mucho más: las enormes inversiones en vehículos y mecánica, los ingresos por patrocinadores y medios de comunicación, las ciudades de acogida que ahora reclaman indemnizaciones -el itinerario transcurría por Portugal, Marruecos, Mauritania y Senegal- los gobiernos que esperaban la caravana como agua de mayo... El daño es irreparable. (El periodista Javier Olave explicaba durante una conferencia sobre el mítico Rally en Orenseville su repercusión en los países que visitaba con un ejemplo tan demoledor como claro. Era habitual entre algunas tribus sacrificar al más mayor de la familia, con su consentimiento, lanzándolo contra un vehículo pesado en una zona de imposible reacción para el piloto. El seguro por accidente que cobraba esta familia significaba un año más de supervivencia. Matar o morir).
Arriesgarse a continuar hubiese sido toda una prueba de coraje y un desafío al fanatismo. Algunos pilotos estaban dispuestos a hacerlo. De los 49 muertos en el Lisboa-Dakar sólo uno fue por causa bélica hasta el momento, Charles Cabannes (1991) en mitad de un conflicto entre el ejército de Mali y los Tuaregs. En 1993 se evitó Argelia por la guerra entre el gobierno y los salafistas. En 2000, 2004 y 2007 de nuevo Mali, por nuevas amenazas de Al Qaeda. En 1994 una mina estalló al paso de un camión de asistencia por una ruta del Sáhara. El peligro no es nuevo, siempre estuvo presente. Si no es una AK-47 es una roca escondida entre la arena. Pero tampoco es justo obligar a los participantes a jugarse la vida en cada kilómetro, sean o no creíbles las amenazas de un grupo cuya vinculación a Ben Laden puede ser un fácil recurso para llamar la atención. Cierto o no, han logrado su objetivo. ¿Quién los va a satisfacer en la próxima ocasión?
Chile, Argentina, Rusia, China... La posibilidad de reanudar la prueba en otro país cobraba interés en los últimos días. Si es así el Lisboa-Dakar, al que vimos nacer como París-Dakar, morirá de forma definitiva. Porque no existen otros lugares con el color de África. No existen otras dunas como las del Sáhara ni otras playas como las de Senegal cuando los últimos supervivientes llegan a la meta.
Cuando éramos niños, veíamos los resúmenes de cada etapa y nos imaginábamos en medio de la sabana, descubriendo lugares inóspitos y mágicos, escuchando por la noche, al calor del fuego, historias sobre los espíritus africanos relatados por la gente del lugar. Soñábamos con dejar el tedioso colegio y vivir esa aventura, sólo al alcance de unos pocos. El terrorismo islamista nos despierta, pero no debe hacernos retroceder. Suspender la prueba significa ponerse de rodillas ante estos hitlerianos con turbante ante quienes no tenemos nada que ceder y contra los que, por desgracia si esto continúa así, algún día tendremos que luchar. Ha sido un error, un lamentable error.
Recordemos el Dakar como la maravillosa prueba de valor y fraternidad humana que es: