Hace unos días escribíamos sobre el extraordinario futbolista George Best (1946-2005). Un periodista portugués tuvo la acertada ocurrencia de bautizarle como "el quinto Beatle", días después de ganar la Copa de Europa con el Manchester. En las siguientes imágenes veremos a este diablo norirlandés galopando y regateando a todos los rivales por el césped. Pero podría ser, por aspecto físico, Ringo, Paul, John o George en cualquier campo inglés durante la década de los sesenta. Best vivió al mismo ritmo fuera del césped. Quizá no esnifó las montañas de coca que aseguraba John Lennon a sus cercanos, pero seguramente bebió más cerveza que todos los integrantes juntos del mítico cuarteto de Liverpool.
Es la marca de estilo de algunos de los grandes del deporte. Geniales inventores de jugadas imposibles para el resto de los mortales. Desastrosos derrochadores, inaguantables sujetos y patéticos individuos lejos de su teatro de los sueños, donde pierden toda su magia innata. George Best fue así. Esclavo del alcohol hasta los últimos días. Si no fuese por su talento con el balón en los pies sería otra de tantas almas perdidas por los pubs británicos.
Parte de su legado queda archivado en los dos vídeos. El primero incluye las imágenes de uno de los homenajes recibidos en los últimos años y momentos inolvidales: cuando se saca la bota, cuando roba en falta el balón a un portero en el saque, cuando realiza controles dignos de Zidane ante la selección soviética... El segundo reúne algunas de sus mejores actuaciones y goles, con música de aquel grupo insigne de la década de los ochenta, llamado Duran Duran ("herederos de los Beatles", se llegó a decir). Fue, simplemente, George Best. "El más maravilloso jugador del mundo", según Pelé.